LA
MUERTE EN LA OBRA POÉTICA DE ALFONSINA STORNI
Por: Miguel Ángel Pérez
A la muerte se le toma de frente con valor
y después se le invita a una
copa.
Después
de que el 25 de octubre de 1938 Alfonsina Storni decide inmolarse, arrojándose
al mar, Alfredo Palacios pronuncia en el senado un sentido homenaje a la poeta.
Dice que en menos de dos años han desertado de la vida tres inigualables poetas
argentinos: Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Alfonsina Storni: “Algo anda
mal en la vida de una nación cuando, en vez de cantarla, los poetas parten,
voluntariamente, con un gesto de amargura y desdén, en medio de una glacial
indiferencia del Estado” (citado en Etchenique, 1958, p 20).
Es
claro advertir que Alfonsina Storni canta, a lo largo de su obra poética, al
desamor, a la tristeza o a la soledad, sensaciones producto de sus desventuras.
No obstante también se duele de lo que la rodea e invoca la pesadumbre de los
seres que ella ve en las calles aguantando frío y hambre. ¡Claro que algo anda
mal! Pues no encuentra otra salida a sus pesares que en la muerte. Es, pues, el
propósito de este trabajo mostrar que en la trayectoria poética de Storni la
muerte es la única evasión de un mundo cruel e injusto. La muerte, entonces, se
convierte en estandarte de la liberación de las penas que amargan su ser.
Un
lector, al aproximarse a la poesía de Storni, podría aducir que la presencia de
la muerte y los largos pasajes melancólicos son producto de un espíritu joven.
Por supuesto que el primer libro, inquietud
del rosal (1916), es producto de una mujer pasados los 20 años y su obra,
que refleja una fatiga existencial, podría verse reducida a la producción de
una mente inmadura que con los años sentaría postura. No es así. Si bien en
este primer libro se advierte una poesía con un tinte romántico y con versos
postmodernistas, ni siquiera en su evolución al vanguardismo su temática de la
muerte se ve menguada. En su libro mundo
de siete pozos (1934), de una poeta mucho más madura, la muerte sigue
teniendo relevancia, sólo que se expresa a través de la imagen del mar, como símbolo
del viaje al eterno descanso.
Para
ilustrar lo anterior, es hora de dar un recorrido por los versos de esta
maravillosa obra poética a la que Roberto Giusti rescata y aleja de la
“subliteratura”, que según él producían otras mujeres de su tiempo. Además de
afirmar sobre Alfonsina que “después de su primer libro de aprendiz era una
vaga promesa, una esperanza (…) y poco a poco fue creciendo (…) hasta descubrir
un día que nos hallábamos ante un auténtico poeta”. (citado en Delgado, 2001,
p74). Parece ser que para Giusti, la poeta joven era una “vaga promesa”; no
obstante hay que observar en “¿Vale la pena?”, uno de los poemas de inquietud del rosal, lo bien que expone
en perfectos cuartetos la idea de una vida cruel que no vale la pena ser
vivida, cuando se carga con un alma amarga que no experimenta la bondad más que
un pequeño momento:
¿Vale la pena
acaso?... ¿vale acaso la pena
soportar esta vida
cortísima y cruel
para llevar e alma
recubierta de hiel
y no sentirla
nunca inmensamente buena?
No vale, no, la
pena… preferible es entonces
abrirse el corazón
a golpe de puñal
y destruir con la
muerte, savadora y fatal,
el corazón tan
frío como una entraña de bronce…
(Storni, 1968, p.
70)
Y
ya que no se puede soportar esta vida cruel, lo mejor es acabar con ella. Esta
proposición está latente a lo largo del primer libro. Causa de este abandono
existencial son “las amargas experiencias vitales de Alfonsina que le forjaron
en su ser una visión de la existencia muy pesimista” (Martínez, 1997, p. 10).
Así pues, el sentimiento de profunda aflicción que se trasluce en poemas como
“Tristeza”, en que la visión de niños desamparados crea un dolor en el alma,
impulsa al deseo de la expiración terrena; o en poemas como tarde de tristeza
en que, “enferma de un mal que no se cura”, propone que la muerte ha de ser la
salvación; por ejemplo, en “Cansancio” existe un desdén por la vida que, en una
hora cobarde, arriba el “deseo de no ser”, “de ser algo sin vida”. Es Alfonsina
Storni una mujer adelantada a su época, no se adapta, y las injusticias se
quedan clavadas en su pecho. Nace, así, el germen de la anarquía en su cerebro
y por eso en “Rebeldía” dirá: “¡Qué hermosas las cosas/ que nunca se
hicieron!... (Storni, 1968, p. 59).
Sin
embargo, la fatiga existencial que se manifiesta no es propia del primer libro
de Alfonsina Storni. Este sentimiento la persigue durante toda su creación
poética, así que puede observarse que en “Nocturno”, poema de El dulce Daño (1918), “mi corazón está
tan castigado/ que como un vaso morirá trizado” (Storni, 1968, p. 88). El
desamor es, sin duda, una de las razones por las que la poeta desea abandonar
este plano. Alfonsina “representa la larga y dolorosa tradición de las mujeres
poetas hispanoamericanas que le han cantado al amor, han sufrido por sus
ideales, y al final de sus vidas, han encontrado la muerte como único premio a
sus esfuerzos vitales” (Martínez, 1997, p. 11). De esa profunda amargura de un
corazón roto, Alfonsina no tiene más remedio que elevar una plegaria a la
muerte. De este modo prosigue ella en “Nocturno”:
Estoy cansada de
escuchar sonidos;
me molestan y
ofenden tantos ruidos.
El cerebro me pesa
como un cuervo
clavado adentro
por destino acervo.
Y tengo el deseo
de dormir…
oh qué hermoso,
qué hermoso no sentir.
(Storni, 1968, p. 89)
Es
genial la manera en que, a guisa de continuidad, la poeta pone puntos suspensivos
que recrean la imagen de un sueño que no tiene fin. Es el sueño eterno el único
que posibilita el descanso. Por supuesto que esta idea de la muerte, como
liberación del sufrimiento de la vida, ha circundado por diversas atmosferas de
la humanidad, no sólo por la filosofía budista sino en el seno de la filosofía
judaica que acogería después el cristianismo. Así, pues, dice el Eclesiastés
VII, 1: “… y mejor el día de la muerte que el del nacimiento”. Por esta misma
senda afirma Spinoza que la muerte “es liberación de la esencia del alma que,
libre de la memoria, de la sensibilidad, de las afecciones, de las pasiones, es
decir de la individualidad, va a confundirse en la sustancia divina” (citado en
Morín, 2007 p. 244). Y el anhelo, tal vez obsesión, de Alfonsina por mezclarse
con el éter del universo, no queda tan sólo demostrada en el sinnúmero de veces
que la palabra muerte aparece a lo largo de su trayectoria poética, sino en la
forma en que imagina su muerte: en contacto con la naturaleza. De esta manera
dice en “Morir sobre los campos”:
Yo quiero que me
dejen morir sobre los campos
Tendido el cuerpo
enfermo. Me traiga el sol sus lampos
Y abriéndose las
venas a su calor bendito
Venga a mí
caricias de todo lo infinito.
Es
obvio que, al querer mezclarse con la naturaleza, evade toda concepción
cristiana del cielo y del infierno. En la séptima estrofa del mismo poema pide
que no haya plañideras a su muerte, pues ella regresa a ser parte del infinito.
Al respecto de esta serena concepción de la muerte dice Pompeu Gener, hablando
de la visión de la muerte en la sociedad persa, que: “al morir, el cuerpo se
deja al aire libre para que se convierta en alimento de las aves y con ellas
regrese a la luz, principio generador de vida, este principio de vida está en
la naturaleza que es fuente de todos los dones” (citado en Triviño, 2000 p.
51). Así pues, todo el horizonte estético que Alfonsina recrea en su poema, no
es más que la carga simbólica de un retorno al cosmos, y por tanto al descanso
infinito.
En
Irremediablemente (1920), Alfonsia
sigue escribiendo a la muerte. “La idea de la muerte, forma liberadora y tenaz
que en su creación posterior aparecerá como un fantasma del que le será casi
imposible separarse, le inaugura páginas de transida belleza. (Etchenique,
1958, p. 62). De este modo la poeta en “Para siempre suspensa” hace una
invitación a su amiga para que la lleve consigo:
Oh, esta noche, me
tiraría triste
debajo de la luna
y te diría ven,
oh, muerte
bienhechora, que para ti me hiciste.
Apágame los ojos y
anúlame la sien.
(Storni, 1968,
160)
Al
referirse a esta noche, y no a todas, se advierte que el deseo de la muerte,
que exalta la mente de la autora, no es constante. Pareciera ser que un alma
melancólica le canta a la muerte cuando no resiste más el peso de la vida; no
obstante, hay momentos en los que pareciese que esa alma atormentada tiene
deseos de renovarse. Ello se comprueba en dos buenos poemas de títulos
sinónimos: “Resurgir”, de su primer libro, y, “Reflorecer”, uno de sus poemas
inéditos. En ambos la actitud ante la vida resulta ser positiva. Así dice en “Reflorecer”.
Hoy soy otra
mujer, tengo alegría
y deseo de amar
intensamente;
como un ramo de
rosas, sensualmente,
exhalo una sutil
afrodisía.
(Storni, 1968, p.
421)
Así
es el espíritu humano. Un día el hombre se levanta con un aire de pesar y rememora
todas sus tristezas y, en otras ocasiones, cuando las cosas marchan bien, el semblante
cambia y enseguida la producción acoge otro matiz, el de la felicidad. Y es
entonces que Alfonsina compone a esta dualidad un bello poema: “El ensayo”, que
aparece en su libro Languidez (1920):
Si el corazón me
fuera percutido
pudiera ser que
resonara a muerto.
pero pudiera ser
que diese ruido
de pájaros
cantores en un huerto.
(Storni, 1968, p.
217)
Esta
dualidad de un alma que lleva en su entraña el anhelo intenso de la muerte, tiene
también un viso de alegría, de una razón por la cual vivir, que se manifiesta
en ese último verso lleno de vida en que hay avecillas cantando en un jardín.
No obstante el tema de la muerte, tan recurrente, opaca ese sentimiento y sigue
Alfonsina en Ocre (1925) componiendo versos
a la muerte, pero esta vez con un tono menos dramático y más bien con una
actitud serena, donde impera la certeza de que el sufrimiento se irá cuando
llegue la hora de la muerte. Así en “Epitafio para mi tumba” dice Alfonsina:
“Aquí descanso yo, y en este pozo, / pues que no siento, me solazo y gozo”.
(Storni, 1968, p. 272).
Ya
en el atardecer de la vida de la poeta, la imagen de la muerte se hace menos trágica
aún, y por el contrario predomina la imagen del mar. “El mar es en Alfonsina un
presentimiento. Lo lleva en su entraña como algo hermoso y fatal. Hermoso por
la emoción lírica que se concreta en versos magníficos. Fatal porque toda su
vida es un lento desplazar hacia él” (Chichero, 1950). En la inmensidad del
poderoso océano la autora ve el camino al más allá, y ya no invita a la muerte,
sino que se adentra, en un viaje, para encontrarla. De ese modo Alfonsina dice:
“Yo en el fondo del mar”. Y tal vez el lector, si conoce el fin que le espera
años más tarde a la poeta, se imagine una escena romántica de Alfonsina adentrándose
al mar; cosa que no sucede en la vida real, por cierto, pero que recrea el
deseo profundo de un ser que a través de su trayectoria poética canta a la
muerte como una amiga con la que se va a encontrar. Finalmente termina su poema
aduciendo al descanso eterno.
Duermo en una cama
un poco más azul
que el mar.
(Storni, 1968,
327)
En
este poema el rastro del modernismo rubendariano es realmente significativo. La
imagen que se obtiene es la de un sueño eterno en una cama azul. Y ya que el
azul es un color realmente simbólico para la estética modernista, dado que
representa lo etéreo, lo infinito y lo puro, manifiesta que ese estado supremo
es el premio a tanto sufrimiento o bueno… el único premio. Este argumento es
preocupante, y al igual que declara A. Palacios, en su memorable discurso, es
evidente que algo no está bien, que los poetas en vez de cantar a la vida, se
abalanzan precipitadamente a la muerte con sus versos, y finalmente se abandonan
a la cobardía de su ser y perecen. Por supuesto que ellos son seres que no encajan
en ese tiempo, sin embargo sus voces son realmente importantes, pues precisamente
gracias a su poesía el caduco canon social comienza a renovarse.
En
Mascarilla y trébol (1938), Ya en el
mismo año su muerte, la poeta escribe versos con una estética mucho más
compleja en la forma; sin embargo sigue cantando a la muerte, igual que cuando
era apenas una joven. Así, en Ultrateléfono habla con Horacio Quiroga y con su
padre, en un diálogo de ultratumba que tiene mucho de presagio:
Iré a veros muy
pronto; recibidme
con aquel sapo que
maté en la quinta
de San Juan ¡Pobre
sapo! Y a pedradas.
(Storni, 1968, p.
377).
Innegable
el hecho de que la muerte es, en los versos de Alfonsina Storni, un modo de liberación; la liberación de esta
vida caótica y dura, en la que sólo encuentra pesares. Ya en el declive de su
vida la poeta no deja de pensar en la hora de su muerte, por supuesto que no la
teme, la encaró en muchos de sus versos, persiguiéndola, anhelándola,
tendiéndole la mano e invitándola, como buena amiga para que se la llevara consigo
al viaje por el eterno sueño, y qué mejor camino que la ruta del mar.
Finalmente,
es un poco complejo analizar la temática de la muerte y saber hasta qué punto
la vida de Alfonsina Storni, sus pesares y sus anhelos, sirven como referencia.
Yo he preferido no hacer un paralelo con aspectos de su vida, no obstante la
creación poética responde en buen grado al estado de ánimo del autor. Por
supuesto que, al saber de la inmolación de la poeta, uno como lector encuentra
una relación, y el valor de su obra adquiere una relevancia importante.
Nostalgia, pues, encontrarme con versos tan hermosos cargados de esperanzas
perdidas, tristezas, y pesares que sólo la muerte puede enmendar. Por eso creo que su último poema, con el que
Alfonsina se despide para siempre, debe apagar, como un bello sueño, estas
letras que intentaron hilvanar el motivo de la muerte en su poesía.
VOY A DORMIR
Dientes de flores,
cofia de rocío,
manos de hierbas,
tú, nodriza fina,
tenme prestas las
sábanas terrosas
y el edredón de
musgos escardados.
Voy a dormir,
nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara
a la cabecera;
una constelación;
la que te guste;
todas son buenas;
bájala un poquito.
Déjame sola: oyes
romper los brotes...
te acuna un pie
celeste desde arriba
y un pájaro te
traza unos compases
para que
olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama
nuevamente por teléfono
le dices que no
insista, que he salido...
Bibliografía
·
Chichero,
María (1950). Alfonsina Storni, una vida
hacia el mar. (Vol 6) colección los trabajos y los días. [en línea] URL: http://books.google.com.co/books?id=tRa8tgAACAAJ&dq=Alfonsina+Storni,+una+vida+hacia+el+mar&hl=es&sa=X&ei=_n8FUaaPA6nO0wGG8oG4DA&redir_esc=y
·
Delgado, Josefina (2001). Alfonsina Storni: Una biografía esencial.
Buenos Aires: Editorial Planeta.
·
Etchenique, Nira (1958). Alfonsina Storni. Buenos Aires:
Editorial Mandrágora.
·
Morin, Edgar (2007). El hombre y la muerte. (5ª edición)
Barcelona: Kairós S.A.
·
Storni, A (1968). Obras completas de Alfonsina Storni. (Vol 1) Argentina: Sociedad
Editora Latino Americana.
·
Triviño, Consuelo (2000). Pompeu Gener y el modernismo. Madrid:
Editorial Verbum.
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