domingo, 16 de febrero de 2014

Artículo de cine


Nunca en domingo

Por: Miguel Ángel Pérez




¿Para qué decir trabajadora sexual, mujer de la vida alegre, fulana o mesalina; apelativos que intentan ablandar las palabras puta o prostituta? Si son términos que existen para ser nombrados, así  como  el vocablo culo que se refiere a esa noble parte que sirve para tantas cosas y que las mentes “puritanas” evitan nombrar, por ignorancia. Barbaridad es que lo que no entendemos lo tachamos de sucio o grosero. De este modo que una prostituta llamada Ilya ande follándose hombres de cualquier índole a su gusto, perturba la mente de un hombre que busca el tal sentido de la vida. Así que emprende una campaña para reprimir su alma, para hacerle ver que su vida "desenfrenada" era una locura. Pues ¡qué locura!

Y es que ver tanta libertad era espantoso. Terrible saber que una civilización que en un tiempo fue cuna de grandes filósofos terminara por guarecer mujeres que gozan del sexo con uno y otro hombre sin siquiera pensar en sus actos. -Pensó el inquisidor que había de reprimir esos actos para poner a Ilya a estudiar-. Tanto pensar, tanta razón, tanta moral, tanta filosofía, resultan por crear en el individuo esa inútil búsqueda del sentido, sin sentido, de la vida. Quería este hombre salvar a Ilya, pero la sumergía en el abismo donde las tinieblas y la tristeza imperan, ahí donde el mundo del intelecto reina.

Vainas aristocráticas al servicio de los buenos modales, de la literatura para el saber, vocablos rebuscados, éticas del comportamiento, nos desvinculan de la realidad, nos sumergen en un mundo lejano donde, desde otro plano,  los actos de los otros no se entienden. Qué bestialidad desligarse de la esencia por el mero hecho de buscar lo que jamás se va a encontrar.

El saber, el discernir acerca del mundo, significa deseo de dominar. Mentes llenas de filosofías y moralidades absurdas que tiranizan, que colonizan... creen entender el mundo y desconocen todo lo que les rodea. Y entonces aplastan culturas, aplastan credos, aplastan felicidades, visten a los desnudos, arman a los indefensos, callan las libertades, ahogan las expresiones y nos sumergen en la apariencia.

Ilya es una puta que vive en una villa costera de Grecia, rebosa de alegría de vivir,  de la alegría por el trabajo, de  la alegría por los amigos,  de la alegría por la música, por la juerga, de la alegría de compartir…  y como no, la alegría en sí misma, sin conservantes ni colorantes; una alegría casi primitiva y sin razón, tan sólo puro sentimiento y que, en boca de una prostituta que cambia los finales trágicos de los eventos infructuosos de la vida y reparte amor y sexo a un sinfín de amantes, se pone en manifiesto que para ser feliz en este mundo, cuanto menos se sepa mejor. Que bello filme donde se folla todos los días, pero nunca en domingo.




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