Nunca en
domingo
Por: Miguel Ángel Pérez
¿Para qué
decir trabajadora sexual, mujer de la vida alegre, fulana o mesalina; apelativos
que intentan ablandar las palabras puta o prostituta? Si son términos que
existen para ser nombrados, así
como el vocablo culo que se
refiere a esa noble parte que sirve para tantas cosas y que las mentes
“puritanas” evitan nombrar, por ignorancia. Barbaridad es que lo que no
entendemos lo tachamos de sucio o grosero. De este modo que una prostituta
llamada Ilya ande follándose hombres de cualquier índole a su gusto, perturba
la mente de un hombre que busca el tal sentido de la vida. Así que emprende una
campaña para reprimir su alma, para hacerle ver que su vida
"desenfrenada" era una locura. Pues ¡qué locura!
Y es que
ver tanta libertad era espantoso. Terrible saber que una civilización que en un
tiempo fue cuna de grandes filósofos terminara por guarecer mujeres que gozan
del sexo con uno y otro hombre sin siquiera pensar en sus actos. -Pensó el
inquisidor que había de reprimir esos actos para poner a Ilya a estudiar-.
Tanto pensar, tanta razón, tanta moral, tanta filosofía, resultan por crear en
el individuo esa inútil búsqueda del sentido, sin sentido, de la vida. Quería
este hombre salvar a Ilya, pero la sumergía en el abismo donde las tinieblas y
la tristeza imperan, ahí donde el mundo del intelecto reina.
Vainas
aristocráticas al servicio de los buenos modales, de la literatura para el
saber, vocablos rebuscados, éticas del comportamiento, nos desvinculan de la
realidad, nos sumergen en un mundo lejano donde, desde otro plano, los actos de los otros no se entienden. Qué
bestialidad desligarse de la esencia por el mero hecho de buscar lo que jamás
se va a encontrar.
El saber,
el discernir acerca del mundo, significa deseo de dominar. Mentes llenas de
filosofías y moralidades absurdas que tiranizan, que colonizan... creen
entender el mundo y desconocen todo lo que les rodea. Y entonces aplastan
culturas, aplastan credos, aplastan felicidades, visten a los desnudos, arman a
los indefensos, callan las libertades, ahogan las expresiones y nos sumergen en
la apariencia.
Ilya es una
puta que vive en una villa costera de Grecia, rebosa de alegría de vivir, de la alegría por el trabajo, de la alegría por los amigos, de la alegría por la música, por la juerga,
de la alegría de compartir… y como no,
la alegría en sí misma, sin conservantes ni colorantes; una alegría casi
primitiva y sin razón, tan sólo puro sentimiento y que, en boca de una
prostituta que cambia los finales trágicos de los eventos infructuosos de la
vida y reparte amor y sexo a un sinfín de amantes, se pone en manifiesto que
para ser feliz en este mundo, cuanto menos se sepa mejor. Que bello filme donde
se folla todos los días, pero nunca en domingo.
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