RICOEUR,
Paul. “Metáfora y semántica de la palabra”. En: La metáfora viva. Madrid: Editorial Trotta, 2001, p. 115-181.
Paul
Ricoeur, filósofo y antropólogo francés, en el libro La metáfora viva, con la ayuda de lingüistas y teóricos de la
escuela americana, muestra que la metáfora transforma nuestro lenguaje y
nuestras representaciones del mundo. Este estudio, el número IV, “Metáfora y
semántica de la palabra” se divide en cinco apartes:
1. Monismo del signo y
primacía de la palabra
Aquí
se puede descubrir que la hipótesis de base de la neo-retórica es igual que el
de la retórica clásica: la metáfora es una figura de una sola palabra. Y la
nueva retórica, dice el autor, se construye sobre las bases de una lingüística
que refuerza el lazo de unión entre metáfora y palabra y de paso consolida la
tesis de la sustitución, que en sí es un concepto más general, el de desviación
y reducción de la metáfora. De esta, puede decirse que dado que el pacto entre
la semántica y la palabra es tan fuerte, corresponde a los cambios de sentido
que se aplica a las palabras. Y de estas, Ricoeur dice que las dicotomías que
dominan el curso de lingüística general de F. de Saussure solo las beneficia a
ellas.
2. Lógica y lingüística de
la denominación:
En
este aparte, la teoría del concepto subyace a la teoría de la denominación
basándose, el autor, en una obra
francesa de Hedwing Konrad sobre la metáfora, considerando su obra por el
esfuerzo que la lingüística recibe de la lógica para consolidar la primacía de
la palabra y de la denominación en el enfoque de la metáfora. Pues según el
autor mencionado, el valor normal de la significación es igual al del concepto,
sosteniendo que la función de este es la de reconocer la naturaleza individual
del objeto y no la de constituir atributos generales. Así pues introduce dos
oposiciones, la abstracción conceptual y la abstracción metafórica. En este
punto proporciona un criterio distintivo del cambio de sentido: la metáfora no
forma parte del uso normal de la palabra, pero estos cambios de sentido metafóricos no se remiten a
la psicología y a la sociología, estos cambios reciben un tratamiento lógico-lingüístico
como cambios involuntarios que confirman que siguen leyes universales de
estructura y proceden de una tendencia de la propia lengua. La denominación
metafórica consiste en pasar por alto todos los rasgos conceptuales, en
términos generales intenta decir que la metáfora se forma a partir de los
atributos semánticos de una palabra, un rasgo de la esta, como equivalente de
ella. La metáfora funciona como una especie de clasificación y es aquí donde
interviene la semejanza. El autor hace referencia a otra clase de metáfora, por
oposición a la metáfora lingüística, la estética que crea la ilusión de
presentar al mundo bajo un aspecto nuevo.
3. La metáfora como
“cambio de sentido”
El
autor intenta explicar a la metáfora
entre los “cambios de significación” y para ello dilucida primero tres tesis de S. Ullmann, la
primera será acerca de la palabra como portadora de sentido, y dirá que los
cambios de sentido serán por privilegio cambios de nombre; la segunda, lo
concerniente al estatuto de la significación y la tercera, lo que tiene que ver
con los caracteres de significación que son accesibles a una lingüística descriptiva
que en su seno se encuentra el fenómeno clave de toda semántica de la palabra:
la polisemia. Y esta se define sobre la base de la relación nombre-sentido, que
significa: para un nombre, más de un sentido que tiene su explicación en la
naturaleza del sistema lexical que se caracteriza por la vaguedad de la
significación y es el fenómeno central de la semántica descriptiva. Y cuando se presenta más de un nombre para un
sentido se denomina sinonimia. Para comprender la metáfora, dice el autor que,
es necesario también que la palabra pueda adquirir un sentido nuevo sin perder
el anterior, carácter de la metáfora de poseer doble visión. Así pues la polisemia
muestra el carácter abierto de la estructura de la palabra: una palabra es una
entidad que tiene varios sentidos y que puede adquirir otros nuevos.
Paul
Ricoeur dice que la metáfora debe su relación con la asociación de semejanza el
hecho de conservar su parentesco con la comparación de dos términos. La metáfora
según Ullmann es, en último análisis, una comparación abreviada.
4. La metáfora y los
postulados saussureanos.
El
enfoque que se da a la metáfora después de Saussure muestra también que el
curso de lingüística general constituía tanto un enlace como una ruptura en el
programa de la semántica de la palabra. La metáfora no se veía afectada por la
mayoría de las distinciones de Saussure, crisis que en la actualidad había que
reducir o mediatizar. Las dicotomías de Saussure planteaban varios problemas
para la metáfora, la dicotomía lengua-habla no encajaba con la clasificación de
ésta como cambios de sentido, pues la metáfora encuentra su apoyo en una
característica del código: la polisemia, que debe colocarse en el lado
sincrónico dado que el hecho de que una palabra posea más de una sentido, es un
hecho de sincronía, pero la metáfora como innovación hay que situarla en los
hechos diacrónicos. Las dicotomías saussureanas crean tantos problemas como
resuelven.
El juego de sentido: entre
la frase y la palabra
La
aplicación de los principios básicos de la lingüística saussureana a la
metáfora no solo problematiza las decisiones metodológicas que presiden la
teoría, sino que revela también lo primordial de la semántica de la palabra: un
espacio de juego por el que se hace posible relacionar la semántica de la
frase. El autor presenta tres síntomas que, según él, en una semántica como la
de Ullmann, describen el punto de sutura entre esta y la semántica de la frase.
En este último aparte el autor se refiere a lo anteriormente hablado de
sinonimia y polisemia y afirma que estos rasgos hacen que el vocabulario de una
lengua sean una estructura inestable en el que las palabras individuales pueden
adquirir y perder significaciones con mayor
facilidad, por eso el lenguaje no es ni sistemático ni asistemático, se
halla a merced no solo del cambio general, sino de causas no lingüísticas de
cambio que impiden que la lexicología pueda fundamentarse en una total
autonomía.
Por Miguel Pérez
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