LA VIDA NOCTURNA EN TRES TRISTES TIGRES
Por: Miguel Ángel Pérez
La noche es un hueco sin bordes
G.
Cabrera Infante
Para un lector de habla hispana que no
pertenezca a la cultura afrocubana, la primera lectura de Tres Tristes Tigres puede crear una sensación de desidia ante la incomprensión
de un ritmo rápido, en el que predomina el
choteo cubano. La lectura de la obra se hace pesada y, en apariencia, es
imposible encontrarle una coherencia. En realidad eso me pasó a mí, debo
admitir que no sólo no entendí la novela sino que me cuestioné sobre su género al
no estar acostumbrado a leer una obra verdaderamente discontinua como esta. Sin
embargo, con un apunte de Ignacio Díaz (1992), en el que afirma que: “Tres tristes tigres puede conceptuarse
como una novela experimental y abierta” (p. 22), ya puedo yo exonerarme de no
haber comprendido, en su totalidad, la obra. Al menos, ahora, puedo consolarme
en el hecho de que sabía que estaba ante una novela que no era de corte
tradicional, por su estructura discontinua y el uso del lenguaje.
Al leer de nuevo la obra y prestar atención
al aviso del autor y a la advertencia, donde Cabrera Infante exhorta a leer su
obra de noche “porque el libro es una celebración de la noche tropical” (Cabrera,
1967, p 9), todo comienza a tener sentido, y la noción primera que se percibe
es que los relatos se desarrollan en la
noche habanera, y que el día funciona
como un testimonio de la falsedad de esa vida nocturna.
Tres tristes tigres
es, pues, un collage de viñetas y cuentos que encuentran su relación en La
Habana nocturna; relatos interruptus
con una coherencia rítmica, de malabares lingüísticos y con una eterna búsqueda
infructuosa en la vida nocturna, como dice Sánchez (1971): “La novela es una
búsqueda; la búsqueda termina en fracaso; muchas veces la novela se evapora sin
más ni más y se desconoce la suerte de los protagonistas” (p. 16).
¿Una broma? Sí. ¿Un trabalenguas? También.
Así es T.T.T. El humor y el choteo son
elementos que ayudan a encontrar un sentido a una obra fragmentaria que busca
unidad. Y a pesar de que el autor mismo diga que el libro es una “transcripción
literal de conversaciones casuales captadas
al vuelo”, y de que muchos de los trabajos que se hacen sobre la obra se
enfoquen en el manierismo lingüístico, la obra resulta ser una recreación nostálgica
que ofrece al lector una posibilidad para zambullirse en la vida nocturna de La
Habana precastrista. “¿Cómo no reconocer en La Habana del
crepúsculo del batistato, en que se agitan estos tristes tigres, una sociedad
que está en las últimas, una vela a punto de apagarse o ya apagada cuando
Cabrera Infante la evoca en su libro?” (Rodríguez, 1968, p.59).
Claro
que el autor quería recrear con nostalgia la ciudad y su farándula nocturna;
pero no de cualquier época. Y aunque Cabrera Infante pretende evadir cualquier
tinte político para lograr una verdadera estética literaria, se percibe que hay
una cuidadosa omisión de los elementos que pudiesen hacer referencia directa al
régimen de Castro, (exceptuando algunas bromas que son un modo de hablar de lo
que no se debe); y “en ese silencio, los personajes y los escenarios contenidos
en el relato adquieren una especie de signo trágico en tanto que pertenecen a
un mundo próximo a desaparecer” (Mora, 2007, p. 11). En todo caso, así lo
entendió el régimen de Castro al prohibir la entrada de Cabrera Infante a Cuba
y al censurar su obra.
Y
qué es Bachata sino un recuento de “una noche quántica (…) de crisólito, en que
podía verse una escena hogareña que por ajena parecía siempre apacible, feliz”
(Cabrera, 1967, p.362). ¡Ah! He aquí la
palabra que enclaustra la búsqueda de los protagonistas: felicidad. En la
cálida noche habanera los personajes ansían encontrar una aventura que les
brinde la felicidad que no poseen sus vidas diurnas; que es efímera, por supuesto,
cuando acaba la noche. Pero, al menos en aquella fantasía surgen ilusiones. O
como cantaba la Freddy que GCI recrea como la Estrella en Ella cantaba boleros:
“Soy una mujer que canta / para mitigar las penas / de las horas vividas y
perdidas. / Me queda sólo esto: / decirle a la noche / todo lo que yo siento; /
cantando canciones, / despierto ilusiones / dormidas en mí”.
En el deseo por escapar de la pobreza
provinciana los personajes llegan a la
ciudad y, en la hostilidad en que el mundo de la Habana diurna los trata,
encuentran un frecuente escape a su realidad en la noche habanera; como Códac,
que intenta en el aturdimiento del alcohol y sus aventuras nocturnas escapar de
la inercia cotidiana, del mismo modo que Cué, Silvestre y Eribó. Al respecto
Julio Ortega (1996) postula que: “En la determinación de la calle nocturna
habitan todas las posibilidades de la aventura, y los personajes buscan la
inocencia de los espectáculos para acceder a una comunicación más plena, quizá
para huir de sí mismos (p. 254). Por supuesto que la noche, en la obra, es la
protagonista; en ella confluyen los
personajes, al buscar en los cabarets un escape. Y al respecto de la vida en
los clubes nocturnos dice Margulis
(1994):
Los cabarets o centros nocturnos poseen el escenario de múltiples historias, lugares
que retratan con nostalgia el ambiente nocturno de las ciudades de los años
cuarenta y cincuenta. Es el espacio en donde se hacen citas y los asistentes
llegan deseosos de compartir música, danza y canciones; pero también lugar
donde se olvidaban las penurias de los
tiempos difíciles, trayendo un poco de consuelo
a los visitantes de los centros nocturnos (p. 5).
No obstante, al día siguiente los personajes se dan
cuenta de que, en su búsqueda, la noche habanera encierra un aire de falsedad
que los empuja a un vacío existencial. Es el caso de Silvestre que al despertar
ve a Ingrid transformada en una feísima persona, sin su maquillaje y su peluca.
Tanto Ingrid como Cuba Venegas representan la hipocresía que puebla el mundo
nocturno. Y, sin embargo, Silvestre quiere volver a encontrarse con esa corista,
“para no dejar para mañana lo que pudo hacer ayer”. Así era la Habana del 58: “este es un mundo
de hipocresía social, discriminación racial, desorientación juvenil y
frustración sexual presentado a través
de múltiples perspectivas que se complacen en intelectualizarlo y disfrazarlo”
(Álvarez, 1982, p. 18).
Parece que esa evasión de la realidad en busca de
experiencias insustanciales sólo deja amarguras. Aquellos personajes
provinciales, que confluyen en la ciudad, comienzan una búsqueda desenfrenada
del placer que finalmente se transforma en una actividad vacía y carente de
objetivos. Y el cuento de Cué resulta
revelador, ya que adelanta al lector al pozo sin fondo, a la búsqueda infructuosa,
que se relaciona directamente con el descenso de las escaleras: “un pie en el vértigo, otro
pie en el abismo, otro pie en la nada. ¿Cuándo encenderán la luz en esta casa?”
(Cabrera, 1967, p. 160). ¡La casa de la
banalidad! Cué sabe que sus aventuras
nocturnas no lo llevarán a nada; no obstante, él se quiere dejar
arrastrar por la corriente, por la abulia que esa vida le brinda; y como hombre
de farándula, siendo un actor, asiste a la casa de Livia a soportar la espiral de preguntas sin
respuestas que Mirtila hace a su “amiga” mientras maquilla su fealdad. En este
ambiente de odiosa banalidad, Livia se exaspera y hace un gesto de fastidio. Al
respecto, Álvarez (1982), plantea que: “Livia y Mirtila no solo
representan la falsedad y la hipocresía, sino que encarnan la decadencia
progresiva de la engañosa metrópolis” (p. 103).
Pero estas correrías nocturnas no siempre desembocan en
la vida engañosa de La Habana prerrevolucionaria. Hay otro mundo que se
contrapone al ficticio farandulero: el
universo de la música que nace del
corazón, representado por la Estrella. Y
el universo de la literatura y el arte, representado por Bustrófedon. Ambos son
la antítesis del mundo superficial y comercial al oponer resistencia a las
convenciones establecidas: la Estrella negándose a ser acompañada por un instrumento
y Bustro negando dejar registro escrito de su maravillosa gimnasia verbal. En
adición, Yolanda izquierdo (2002),
afirma que: “En esta novela hay dos mitos fundamentales: Bustrófedon y
la Estrella, que representan el producto más acabado –intelectual y
culturalmente- de la ciudad” (p.199). De este modo, el mundo de Bustro se
convierte para Cué y Silvestre en algo
permanente que trasciende en las páginas de Bachata;
así como el mundo de La Estrella se
convierte para Códac en lo auténtico, que se manifiesta en Ella Cantaba Boleros.
Cuando Códac ve por primera vez a la Estrella ignora por
completo a Irenita, que lo tenía
sumergido en el olvido de la oscuridad y los besos. Aquél hipopótamo descomunal hace fluctuar el
canon de belleza y replantea otra visión, algo más natural, más real. Y lo interesante es que ella no es una
invención del autor, ella es en realidad un personaje de la vida nocturna de La
Habana. Y en otra ocasión, por ejemplo, su presencia “hunde hacia la superficie”
la mesa en la que Cué se encuentra con Cuba Venegas que para él es un recuerdo
de Olga Guillotina “que es la cantante cubana que gusta más a esa gente que le
gustan las flores artificiales” (Cabrera, 1965, p. 280).
Por esta misma línea de lo artificial contra lo genuino
se encuentra el relato de Eribó, que prostituye su verdadera vocación artística
por el dibujo comercial, al ingresar al
mundo de farándula, en el que intenta evadir sus penurias de una vida
precaria a través de las aventuras
nocturnas. Sin embargo, su verdadero
escape no está en las noches con Vivian,
inalcanzable para él; no en las noches con Cuba, que pertenece también a otros
hombres, sino en la música. Hay que reconocer la felicidad que siente al estar
tocando la batería para Benny Moré; o
como dice con sus palabras: “Cuando me pongo a tocar me olvido de todo (…) y
apenas distinguía la mesa de mis amigos los plañideros y los tímidos y los
divertidos, que quedaron en la oscuridad de la sala” (Cabrera, 1967, p. 103).
¿Y qué hay de Silvestre Isla y Arsenio Cué, los dos buenos discípulos de Bustrófedon? Ah sí. Ellos también encuentran un verdadero escape de su condición diurna, y por supuesto que no está en las andanzas con Livia, Mirtila, Beba o Magalena, ¿cuál es el sentido de ese devenir lingüístico, literario y musical del que hacen tanta gala? Como dice una de sus amigas: ¿Cuál es el sentido de "tanta habladera y complicadera?” Ah pues allí está, el verdadero escape de estos personajes se manifiesta en el mundo cultural y el misterio del arte. Así mismo, la vertiente artística hacia la que apuntan los relatos, también le confiere a TTT su integridad textual y, en suma, se ve al arte como instaurador del orden.
¿Y qué hay de Silvestre Isla y Arsenio Cué, los dos buenos discípulos de Bustrófedon? Ah sí. Ellos también encuentran un verdadero escape de su condición diurna, y por supuesto que no está en las andanzas con Livia, Mirtila, Beba o Magalena, ¿cuál es el sentido de ese devenir lingüístico, literario y musical del que hacen tanta gala? Como dice una de sus amigas: ¿Cuál es el sentido de "tanta habladera y complicadera?” Ah pues allí está, el verdadero escape de estos personajes se manifiesta en el mundo cultural y el misterio del arte. Así mismo, la vertiente artística hacia la que apuntan los relatos, también le confiere a TTT su integridad textual y, en suma, se ve al arte como instaurador del orden.
Hay quienes ven la
vida lógica y ordenada, otros la sabemos absurda y confusa. El arte (como
religión o como la ciencia o como la filosofía) es otro intento de imponer la
luz del orden a la tiniebla del caos. Feliz tú, Silvestre, que puedes o crees
hacerlo por el verbo (Cabrera, 1967, p.338).
Así, pues, en ese proceso creador es que los protagonistas encuentran un sentido a su existencia. Y Cuando las modas se olvidan y afloran los sentimientos del alma, se establece en la obra una camaradería peculiar, así como cuando canta la Estrella y el cajero fraternizado con los clientes pide a su “familia” que se retire. La noche ha acabado.
Para concluir, es imperioso resaltar que por medio de la nostalgia de la noche habanera
Cabrera Infante retrata la clausura de una época que, si bien transparenta
verdades de un mundo banal, ocioso y donde reina la miseria, manifiesta, a
través de los silencios y las páginas en blanco, el advenimiento de otra
realidad, tal vez mucho peor, en el que la censura juega el papel
preponderante.
Bibliografía
Álvarez,
Isabel (1982). Discontinuidad y ruptura en Guillermo cabrera Infante. Londres: Hispamérica.
Cabrera,
Guillermo (1967) Tres tristres tigres (ed.
especial, 2004). Madrid: Espasa calpe
S.A.
Díaz,
Ignacio ( 1992) Cabrera Infante y otros
escritores latinoamericanos. México: Nuestra América
Izquierdo,
Yolanda (2002) Acoso y ocaso de una ciudad: La Habana de Alejo Carpentier y
Guillermo Cabrera Infante. Puerto Rico: Isla Negra.
Marguilis,
Mario (1994) La cultura de la noche
(en línea) URL: http://www.perio.
unlp.edu.ar/zcatedras/system/files/mario_margulis_-_la_cultura_de_la_noche.pdf
Mora, Gerson
(2007) La máscara rupturista: Sobre Tres
tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante [Versión electrónica]. Acta
Literaria. Núm 34 (pp. 11-12) URL: http://redalyc.
uaemex.mx/redalyc/pdf/237/23714389004.pdf
Ortega, Julio (1996) Tres tristes tigres. En: Lectura
crítica de la literatura americana (vol 4). Sosnowski, S. (comp.). Venezuela:
Biblioteca Ayacucho.
Rodríguez,
Emir (1968) La nueva novela latinoamericana
(en línea) URL: http://cvc. cervantes.es/literatura/aih/pdf/03/aih_03_1_008.pdf
Sánchez,
José (1971). La nueva novela
hispanoamericana y tres tristes tigres. Miami: Ediciones Universal.
te felicito por la originalidad y sinceridad en tu interpretacion de la obra del premio Cervantes de literatura. Me gustaria agregarle que, independientemente de esa critica social velada que tu crees haber descubierto en una lectura que inicialmente, segun tu expresas, no te llevo a ningun paradero en el complejo campo del entendimiento de una cultura ajena, Cabrera Infante hace un culto a la vida nocturna habanera, que supera enormemente en importancia la critica a las desigualdades sociales que tu ves en el texto, cuyo culto se trasluce posiblemente en el humor y las recreaciones de escenas llenas de colorido cubano.
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