domingo, 27 de enero de 2013

Ensayo sobre "Tres tristes tigres" de Cabrera Infante



LA VIDA NOCTURNA EN TRES TRISTES TIGRES
Por: Miguel Ángel Pérez

La noche es un hueco sin bordes
G. Cabrera Infante


Para un lector de habla hispana que no pertenezca a la cultura afrocubana, la primera lectura de Tres Tristes Tigres puede crear una sensación de desidia ante la incomprensión de un ritmo rápido, en el que predomina el choteo cubano. La lectura de la obra se hace pesada y, en apariencia, es imposible encontrarle una coherencia. En realidad eso me pasó a mí, debo admitir que no sólo no entendí la novela sino que me cuestioné sobre su género al no estar acostumbrado a leer una obra verdaderamente discontinua como esta. Sin embargo, con un apunte de Ignacio Díaz (1992), en el que afirma que: “Tres tristes tigres puede conceptuarse como una novela experimental y abierta” (p. 22), ya puedo yo exonerarme de no haber comprendido, en su totalidad, la obra. Al menos, ahora, puedo consolarme en el hecho de que sabía que estaba ante una novela que no era de corte tradicional, por su estructura discontinua y el uso del lenguaje.

Al leer de nuevo la obra y prestar atención al aviso del autor y a la advertencia, donde Cabrera Infante exhorta a leer su obra de noche “porque el libro es una celebración de la noche tropical” (Cabrera, 1967, p 9), todo comienza a tener sentido, y la noción primera que se percibe es  que los relatos se desarrollan en la noche habanera, y que  el día funciona como un testimonio de la falsedad de esa vida nocturna.

Tres tristes tigres es, pues, un collage de viñetas y cuentos que encuentran su relación en La Habana nocturna; relatos interruptus con una coherencia rítmica, de malabares lingüísticos y con una eterna búsqueda infructuosa en la vida nocturna, como dice Sánchez (1971): “La novela es una búsqueda; la búsqueda termina en fracaso; muchas veces la novela se evapora sin más ni más y se desconoce la suerte de los protagonistas” (p. 16).

¿Una broma? Sí. ¿Un trabalenguas? También. Así es T.T.T. El humor y el choteo son elementos que ayudan a encontrar un sentido a una obra fragmentaria que busca unidad. Y a pesar de que el autor mismo diga que el libro es una “transcripción literal de conversaciones casuales captadas  al vuelo”, y de que muchos de los trabajos que se hacen sobre la obra se enfoquen en el manierismo lingüístico, la obra resulta ser una recreación nostálgica que ofrece al lector una posibilidad para zambullirse en la vida nocturna de La Habana precastrista. “¿Cómo no reconocer en La Habana del crepúsculo del batistato, en que se agitan estos tristes tigres, una sociedad que está en las últimas, una vela a punto de apagarse o ya apagada cuando Cabrera Infante la evoca en su libro?” (Rodríguez, 1968, p.59).

Claro que el autor quería recrear con nostalgia la ciudad y su farándula nocturna; pero no de cualquier época. Y aunque Cabrera Infante pretende evadir cualquier tinte político para lograr una verdadera estética literaria, se percibe que hay una cuidadosa omisión de los elementos que pudiesen hacer referencia directa al régimen de Castro, (exceptuando algunas bromas que son un modo de hablar de lo que no se debe); y “en ese silencio, los personajes y los escenarios contenidos en el relato adquieren una especie de signo trágico en tanto que pertenecen a un mundo próximo a desaparecer” (Mora, 2007, p. 11). En todo caso, así lo entendió el régimen de Castro al prohibir la entrada de Cabrera Infante a Cuba y al censurar su obra.

Y qué es Bachata sino un recuento de “una noche quántica (…) de crisólito, en que podía verse una escena hogareña que por ajena parecía siempre apacible, feliz” (Cabrera, 1967, p.362).  ¡Ah! He aquí la palabra que enclaustra la búsqueda de los protagonistas: felicidad. En la cálida noche habanera los personajes ansían encontrar una aventura que les brinde la felicidad que no poseen sus vidas diurnas; que es efímera, por supuesto, cuando acaba la noche. Pero, al menos en aquella fantasía surgen ilusiones. O como cantaba la Freddy que GCI recrea como la Estrella en Ella cantaba boleros: “Soy una mujer que canta / para mitigar las penas / de las horas vividas y perdidas. / Me queda sólo esto: / decirle a la noche / todo lo que yo siento; / cantando canciones, / despierto ilusiones / dormidas en mí”.

En el deseo por escapar de la pobreza provinciana  los personajes llegan a la ciudad y, en la hostilidad en que el mundo de la Habana diurna los trata, encuentran un frecuente escape a su realidad en la noche habanera; como Códac, que intenta en el aturdimiento del alcohol y sus aventuras nocturnas escapar de la inercia cotidiana, del mismo modo que Cué, Silvestre y Eribó. Al respecto Julio Ortega (1996) postula que: “En la determinación de la calle nocturna habitan todas las posibilidades de la aventura, y los personajes buscan la inocencia de los espectáculos para acceder a una comunicación más plena, quizá para huir de sí mismos (p. 254). Por supuesto que la noche, en la obra, es la protagonista; en ella  confluyen los personajes, al buscar en los cabarets un escape. Y al respecto de la vida en los clubes nocturnos dice  Margulis (1994):

Los cabarets o centros nocturnos poseen  el escenario de múltiples historias, lugares que retratan con nostalgia el ambiente nocturno de las ciudades de los años cuarenta y cincuenta. Es el espacio en donde se hacen citas y los asistentes llegan deseosos de compartir música, danza y canciones; pero también lugar donde se olvidaban  las penurias de los tiempos difíciles, trayendo un poco de consuelo  a los visitantes de los centros nocturnos (p. 5).

No obstante, al día siguiente los personajes se dan cuenta de que, en su búsqueda, la noche habanera encierra un aire de falsedad que los empuja a un vacío existencial. Es el caso de Silvestre que al despertar ve a Ingrid transformada en una feísima persona, sin su maquillaje y su peluca. Tanto Ingrid como Cuba Venegas representan la hipocresía que puebla el mundo nocturno. Y, sin embargo, Silvestre quiere volver a encontrarse con esa corista, “para no dejar para mañana lo que pudo hacer ayer”.  Así era la Habana del 58: “este es un mundo de hipocresía social, discriminación racial, desorientación juvenil y frustración sexual  presentado a través de múltiples perspectivas que se complacen en intelectualizarlo y disfrazarlo” (Álvarez, 1982, p. 18).

Parece que esa evasión de la realidad en busca de experiencias insustanciales sólo deja amarguras. Aquellos personajes provinciales, que confluyen en la ciudad, comienzan una búsqueda desenfrenada del placer que finalmente se transforma en una actividad vacía y carente de objetivos. Y  el cuento de Cué resulta revelador, ya que adelanta al lector al pozo sin fondo, a la búsqueda infructuosa, que se relaciona directamente con el descenso  de las escaleras: “un pie en el vértigo, otro pie en el abismo, otro pie en la nada. ¿Cuándo encenderán la luz en esta casa?” (Cabrera, 1967, p. 160).  ¡La casa de la banalidad!  Cué sabe que sus aventuras nocturnas  no lo llevarán  a nada; no obstante, él se quiere dejar arrastrar por la corriente, por la abulia que esa vida le brinda; y como hombre de farándula, siendo un actor, asiste a la casa de Livia  a soportar la espiral de preguntas sin respuestas que Mirtila hace a su “amiga” mientras maquilla su fealdad. En este ambiente de odiosa banalidad, Livia se exaspera y hace un gesto de fastidio. Al respecto,  Álvarez (1982),  plantea que: “Livia y Mirtila no solo representan la falsedad y la hipocresía, sino que encarnan la decadencia progresiva de la engañosa metrópolis” (p. 103).

Pero estas correrías nocturnas no siempre desembocan en la vida engañosa de La Habana prerrevolucionaria. Hay otro mundo que se contrapone  al ficticio farandulero: el universo  de la música que nace del corazón,  representado por la Estrella. Y el universo de la literatura y el arte, representado por Bustrófedon. Ambos son la antítesis del mundo superficial y comercial al oponer resistencia a las convenciones establecidas: la Estrella negándose a ser acompañada por un instrumento y Bustro negando dejar registro escrito de su maravillosa gimnasia verbal. En adición, Yolanda izquierdo (2002),  afirma que: “En esta novela hay dos mitos fundamentales: Bustrófedon y la Estrella, que representan el producto más acabado –intelectual y culturalmente- de la ciudad” (p.199). De este modo, el mundo de Bustro se convierte para Cué y Silvestre  en algo permanente que trasciende en las páginas de Bachata; así como el mundo de La  Estrella se convierte para Códac en lo auténtico, que se manifiesta en Ella Cantaba Boleros.

Cuando Códac ve por primera vez a la Estrella ignora por completo a  Irenita, que lo tenía sumergido en el olvido de la oscuridad y los besos.  Aquél hipopótamo descomunal hace fluctuar el canon de belleza y replantea otra visión, algo más natural, más real. Y  lo interesante es que ella no es una invención del autor, ella es en realidad un personaje de la vida nocturna de La Habana. Y en otra ocasión, por ejemplo, su presencia “hunde hacia la superficie” la mesa en la que Cué se encuentra con Cuba Venegas que para él es un recuerdo de Olga Guillotina “que es la cantante cubana que gusta más a esa gente que le gustan las flores artificiales” (Cabrera, 1965, p. 280).

Por esta misma línea de lo artificial contra lo genuino se encuentra el relato de Eribó, que prostituye su verdadera vocación artística por el dibujo comercial, al ingresar al  mundo de farándula, en el que intenta evadir sus penurias de una vida precaria  a través de las aventuras nocturnas. Sin embargo,  su verdadero escape no está  en las noches con Vivian, inalcanzable para él; no en las noches con Cuba, que pertenece también a otros hombres, sino en la música. Hay que reconocer la felicidad que siente al estar tocando la batería para  Benny Moré; o como dice con sus palabras: “Cuando me pongo a tocar me olvido de todo (…) y apenas distinguía la mesa de mis amigos los plañideros y los tímidos y los divertidos, que quedaron en la oscuridad de la sala” (Cabrera, 1967, p. 103).

¿Y qué hay de Silvestre Isla y Arsenio Cué, los dos buenos discípulos de Bustrófedon? Ah sí. Ellos también encuentran un verdadero escape de su condición diurna, y por supuesto que no está en las andanzas con Livia, Mirtila, Beba o Magalena, ¿cuál es el sentido de ese devenir lingüístico, literario y musical del que hacen tanta gala? Como dice una de sus amigas: ¿Cuál  es  el sentido  de  "tanta  habladera  y complicadera?” Ah pues allí está, el verdadero escape de estos personajes se manifiesta en el mundo cultural y el misterio del arte. Así mismo, la vertiente artística hacia la que apuntan los relatos, también le confiere  a  TTT su integridad textual y, en suma, se ve al arte como instaurador del orden.

Hay quienes ven la vida lógica y ordenada, otros la sabemos absurda y confusa. El arte (como religión o como la ciencia o como la filosofía) es otro intento de imponer la luz del orden a la tiniebla del caos. Feliz tú, Silvestre, que puedes o crees hacerlo por el verbo (Cabrera, 1967, p.338).

Así, pues, en ese proceso creador es que los protagonistas encuentran un sentido a su existencia.  Y Cuando las modas se olvidan y afloran los sentimientos del alma, se establece en la obra una camaradería peculiar, así como cuando canta la Estrella y el cajero fraternizado con los clientes pide a su “familia” que se retire. La noche ha acabado.

Para concluir, es imperioso resaltar que  por medio de la nostalgia de la noche habanera Cabrera Infante retrata la clausura de una época que, si bien transparenta verdades de un mundo banal, ocioso y donde reina la miseria, manifiesta, a través de los silencios y las páginas en blanco, el advenimiento de otra realidad, tal vez mucho peor, en el que la censura juega el papel preponderante.



Bibliografía

Álvarez, Isabel  (1982). Discontinuidad y ruptura en Guillermo cabrera Infante. Londres:   Hispamérica.

Cabrera, Guillermo (1967) Tres tristres tigres (ed. especial, 2004). Madrid: Espasa calpe S.A.

Díaz, Ignacio ( 1992) Cabrera Infante y otros escritores latinoamericanos. México: Nuestra América

Izquierdo, Yolanda (2002) Acoso y ocaso de una ciudad: La Habana de Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante. Puerto Rico: Isla Negra.

Marguilis, Mario (1994) La cultura de la noche (en línea) URL: http://www.perio. unlp.edu.ar/zcatedras/system/files/mario_margulis_-_la_cultura_de_la_noche.pdf

Mora, Gerson (2007) La máscara rupturista: Sobre Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante [Versión electrónica]. Acta Literaria. Núm 34 (pp. 11-12) URL: http://redalyc. uaemex.mx/redalyc/pdf/237/23714389004.pdf

Ortega, Julio (1996) Tres tristes tigres. En: Lectura crítica de la literatura americana (vol 4). Sosnowski, S. (comp.). Venezuela: Biblioteca Ayacucho.

Rodríguez, Emir (1968) La nueva novela latinoamericana (en línea) URL: http://cvc. cervantes.es/literatura/aih/pdf/03/aih_03_1_008.pdf

Sánchez, José (1971). La nueva novela hispanoamericana y tres tristes tigres. Miami: Ediciones Universal.

1 comentario:

  1. te felicito por la originalidad y sinceridad en tu interpretacion de la obra del premio Cervantes de literatura. Me gustaria agregarle que, independientemente de esa critica social velada que tu crees haber descubierto en una lectura que inicialmente, segun tu expresas, no te llevo a ningun paradero en el complejo campo del entendimiento de una cultura ajena, Cabrera Infante hace un culto a la vida nocturna habanera, que supera enormemente en importancia la critica a las desigualdades sociales que tu ves en el texto, cuyo culto se trasluce posiblemente en el humor y las recreaciones de escenas llenas de colorido cubano.

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