POR
JACQUES GILLARD
Instituto pluridisciplinario de Estudios sobre América
Latina-
Touluse
En 1809 Camilo Torres redacta su Memorial de agravios,
considerado como el texto fundador de lo que, en el futuro, sería Colombia. A
nombre de los Criollos de la Nueva Granada, afirma en el texto: « Tan españoles somos como los descendientes
de don Pelayo[2] ». Unas líneas antes, había tratado de manera
expedita la cuestión indígena : « Los
naturales conquistados y sujetos al dominio español son muy poco o son nada en
comparación de los hijos de europeos[3] ». En cuanto a la población negra, ni una sola
palabra y sin embargo, La Nueva Granada independiente, abolirá la esclavitud
solamente cuarenta y tres años después. Tampo dice nada sobre la espinosa
cuestión del mestizaje. El Memorial de agravios anunciaba
muy bien la república de Criollos que Colombia no ha dejado de ser, ese país
formal constituido por blancos o reputados como tales, mientras que el país
real era y es múltiple : mestizo, pluriétnico y pluricultural.
En Colombia, la contradicción entre el discurso
oficial y la realidad racial y
sociocultural ha sido la misma que en los demás paises de la América post
independentista. El primer elemento es el Estado que los Criollos construyeron
bien que mal para su propio uso. Un Estado que postula la existencia de una
nación. La élite dirigente necesita un pueblo para dirigirlo, un pueblo que
corresponda a su imagen y que por lo tanto le confiera legitimidad. Como el
pueblo real del que puede disponer es indio, mestizo, negro o un poco de todo
eso al mismo tiempo; como, en consecuencia, ese pueblo no corresponde a la
imagen de la élite, ésta, lo inventa, idealmente compuesto de campesinitos
blancos. Ésta será entonces la función delegada a la literatura criollista :
forjar dicha representación.
Colombia cuenta con la particularidad de que su élite
dirigente ha sabido mantenerse y reproducirse, sin necesidad de adaptarse y sin
necesidad de cuestionar sus tópicos fundadores. Las acrobacias del discurso son
muy interesantes para observar durante los años 1940-1950. No a causa de la
« Violencia »- que, aunque importante, no será objeto en este texto
de una atención privilegiada-, sino en razón de la modernización de la sociedad
colombiana y del desarrollo de los medios de comunicación. La mutación es rápida
y profunda y la « Violencia » es también signo de ésta. Se trata
entonces de observar cómo un viejo discurso criollista sobrepasa esta
mutación. Mutaciòn que se produce en el
marco de un Estado-nación sin nación, que tiene como único recurso la invocación
constante de la existencia de una nacionalidad. No se puede entonces creer en
la realidad de una identidad colombiana, sino decir prudentemente que si ésta
existe, es incierta, múltiple y cambiante. El discurso oficial, por su parte,
proclama la existencia de una identidad « nacional », única
e inmutable. Dicha identidad es criolla y criollista. ¿Cómo, en estas
condiciones, hablar de esa población con
múltiples matices de piel y comportamientos variados ?
Una breve mirada hacia los años 1920 y 1930 nos
recuerda que los ingredientes raciales eran, no solamente bien conocidos, sino
que además constituían tema de inquietud para numerosos intelectuales y hombres
políticos –a menudo los mismos-, tanto entre los liberales como entre los
conservadores. Los dos ejemplos mas conocidos son los de Luis López de Mesa y
Laureano Gómez. El Indio y el Negro eran considerados como grupos no aptos para
el progreso, como cargas u obstáculos para el desarrollo de la vida económica,
social y cultural del país. Era clara la preocupación por mejorar la raza. Las
huellas inequívocas de esas numerosas manifestaciones de preocupación eugénica,
se encuentran en los años 1940 y 1950[4], pero lo mas chocante es la tenacidad de la creencia
en una nacionalidad fundamentalmente blanca de piel y europea de cultura. Mientras
el país se hundía en la « Violencia » y el partido conservador se
declaraba corporatista y falangista y mostraba una buena conciencia claramente
racista, es en la prensa liberal –heredera teòricamente de los principios de
1789, pero fiel en realidad a los de 1810- que se puede apreciar mejor la
incoherencia del discurso identitario.
Todo se concentra en el concepto y la fórmula de lo
nacional. Nunca se define, a penas si se invoca o ilustra de manera
desabrida y contradictoria. A veces, con lo que se supone ser a la vez, una
base empírica y afectiva, se habla de lo genuino; o bien de manera
puramente afectiva y por lo tanto incontestable, cada quien a su manera,
hablará de lo nuestro: es evidente que no hay posibilidad para demostrar o
analizar. Al buscar aquello que puede condensar las múltiples e inaprehensibles
manifestaciones del concepto, podemos notar que lo nacional no está relacionado
con el tiempo sino con el espacio; el espíritu de la tierra que desde la eternidad
esperaba encarnar históricamente, encarnó en 1810 y por lo tanto no debe ser
cuestionado. La historia al no poder deshacer lo que ella misma ha hecho, al no
haber engendrado lo nacional, no podrá ni modificarlo, ni abolirlo. Es esta la
idea que nunca se expresa con claridad. Concretamente, Colombia es lo que
hicieron los Criollos de 1810, es decir lo que piensan los herederos de los
padres fundadores; es la autorepresentación y la proyección de la élite de
Bogotá, la Atenas suramericana, y mas precisamente la élite de lo que
los geógrafos llaman el altiplano cundiboyacense. Los origenes
reivindicados por sus miembros se encuentran a la vez en la nobleza española y en
el espíritu de Las Luces, su gesta fundadora se encuentra en la historeografía
heroica de la Academía pero la justificación humana invocada es otra: es la clase
imaginaria de los campesinos blancos y pequeños propietarios que expresan su
felicidad de exististencia rasgando las cuerdas de sus guitarras y entonando
tiernos bambucos ; se trata entonces, de la modalidad colombiana
del campesino feliz con la piel
irreprochablemente blanca y que es
reivindicada por todos los criollismos.
Veamos brevemente la inconcistencia e incoherencia de
esta ilustración. El altiplano central –geográfica y políticamente central- era
sobretodo el lugar del latifundio y había allí mas peones mestizos que
campesinitos –por lo demás, también mestizos. Corresponde entonces al campesino
de Santander, mas blanco, convertirse en símbolo de la nacionalidad[5], hombre de una región que no siendo periférica,
tampoco es del todo central. Otro ejemplo : el escritor de Santander, Tomás
Vargas Osorio que a finales de los años 30 revitaliza el criollismo con mucha
agresividad ; pero se nota que sus modelos predilectos son las viejas
familias de los caserios rurales, que sus paisajes son ante todo de tipo
europeo (incluso cita a Corot) y que la influencia de Azorín le hace exaltar un
universo mas castellano que americano[6]. Con algunos matices, el latifundista de Boyacá,
Eduardo Caballero Calderón, propondrá un mundo parecido. La producción mas
abundante es la de los narradores de Caldas, otra región situada en la
Cordillera central. Adel López Gómez y Antonio Cardona Jaramillo exaltan la
colonización conducida por imigrantes de Antioquia a partir de la segunda mitad
del último siglo. En total, universos muy contrastados: visión estática de una
clase o de una casta, visión mas dinámica del individualismo debastador; múltiples
visiones regionales, incluso cantonales; épocas muy limitadas que varían de un
autor a otro. En el momento del balance,
lo
nacional significa: fragmentos de sociedad, fragmentos de cultura,
fragmentos de geografía y de historia, que componen un disfraz de Arlequín
presupuesto para representar una nacionalidad compacta y homogénea.
¿Cuál es el lugar que se asigna a los grupos raciales
en ese panorama? La pregunta sirve también para interrogar sobre el lugar que
se asigna a otras regiones menos centrales o francamente periféricas. Para el
Indio, su lugar corresponde a lo anunciado en la propuesta de Camilo Torres en
1809. Se habla muy de vez en cuando de él y es claro que se le conoce muy mal[7]. Por otra parte las publicaciones mas reconocidas y
mejor difundidas solo conceden un ínfimo lugar a los primeros trabajos de los
etnólogos o de los historiadores como Juan Friede.
Con el caso del Negro, del que Camilo Torres no había
hablado, no sucede lo mismo. Primero porque aunque no se le mencione, existe, y
luego porque la modernización y la mezcla que ella supone situan al país frente
a una realidad; el éxito del disco y de la radio hacen llegar a Bogotá los
ritmos coloridos del porro y de la cumbia. La reacción es de
rechazo y de anatema: se habla del salvagismo africano y de la animalidad de
una cultura que despliega « un acre olor a selva y a sexo[8] » ; se habla de comportamientos que sólo
suceden « entre chorlitos y hotentotes[9] ». Dichas exclusiones en nada cambian la
realidad, pero el discurso oficial puede así proseguir su bondadoso camino,
como si nada sucediese.
El tema del Negro requiere dos breves disgresiones. La
primera para señalar que el espíritu criollo tiene también un peso en el
pensamiento de buen número de los intelectuales de las regiones mulatas;
admiten por una parte que su cultura es morena, pero no que ella deba algo a
los Negros que allí viven, ni mucho menos a cualquier aporte africano. Se
aferran a la idea de un mestizaje impreciso que ipso facto, legitima, el
rechazo de la negritud, pero cuyo fundamento es exhorcizar, poco importa que se
haga por vía de una negación mal fundada; incluso mal fundada, esta negación
debería operar magicamente[10]. De manera mas general, si la negritud existe, ésta
se atribuye a una perniciosa influencia cubana[11]. La segunda disgresión concierne a los mulatos:
siguiendo a Luis López de Mesa, se les reconoce una aptitud para el progreso, si
se tiene en cuenta que desmpigmentación y progreso van de la mano[12].
Esta alusión a los mulatos nos conduce al otro aspecto
fundamental de la sociedad colombiana, el mestizaje. En este sentido se seguía
mas o menos la vía marcada por Camilo Torres: se habla aún menos que de los
Indios. Se reconoce de vez en cuando, de labios para afuera, que hay habitantes
« un poco morenos » pero el sentido de esta afirmación
implica el retorno inmediato a la europeización fonciera del país.
En 1943 Armando Solano escribe :
A
pesar de que la parte mas extensa del territorio nacional está situada en las
tierras cálidas, fue la modalidad de la sierra y la sabana la que modeló el espíritu
del país, le ha imbuido su tono de moderación, sus maneras suaves y elusivas,
su amor a la quietud contemplativa[13].
Pero es quizás una nota anónima de El
Tiempo, la que condensa mejor ese tipo de maniobra. Esta nota del 11 de
enero de 1940, bajo el título Una visión de Colombia, agradece a
un francés, el « profesor » de la Morandière, por la conferencia
elogiosa que acababa de consagrar a Colombia en un instituto parisino. En
efecto, dice la nota, los viajeros han, a menudo, denigrado del país…Y da como
ejemplos las siguientes afirmaciones : en Boyacá se caza el tigre, hay
antropófagos en la Sabana de Bogotá, se encuentran hipopotamos en el río Funza.
Se debe notar que esos ejemplos voluntariamente descabellados, se situan en la
región central, la misma que concetra el poder desde la época del Nuevo Reino
de Granada y a la que sólo le interesa concebirse como europea. Se puede
admitir que algunos viajeros hayan dicho brutalidades –quizás menos graves-,
pero se adivina que mas allá de un gusto quizás excesivo por el exotismo (de
hecho ofensivo por la pretención europeizante de Bogotá), muchos habían tenido
que elegir hablar de las tensiones sociales, de la violencia política, de la
variedad racial y de aquello que aún no se llamaba subdesarrollo. En 1949,
Christopher Isherwood debió suscitar la indignación al evocar la malnutrición
campesina[14]. En 1954, correspondió a la « comadre »
Carmen Teissier, quien en una de sus crónicas de France-Soir, hablaba de los
Indios que había visto en Bogotá[15]. Por el contario, en 1939, el tal profesor francés
que, evidentemente, solo había visto lo que le habían querido mostrar dice:
…que
Colombia es un país en donde se puede viajar en ferrocarril, en automovil o en
aeroplano ; que sus habitantes, a pesar de ser un poco morenos, no se
comen a nadie; que hay hoteles, teatros, universidades, conservatorios,
estadios, hospitales; que hay una civilización y una cultura que le permiten al
hombre llevar una vida independiente, decorosa, humana y hasta confortable; que
es un país en donde hay tigres pero disecados en los museos[16].
Claro está, esta nota omite decir que en algunas
regiones existen tigres vivos, que las universidades son aún raras y que todo
el mundo, por lo demás, no puede llevar una vida verdaderamente humana. Se pone
en evidencia « civilización y cultura », los dos rasgos europeos del
país según el discurso oficial. En 1941otra nota anónima propondrá la
exterminación de los caimanes del río Magdalena; se trata de un asunto de
« decoro nacional », puesto que el espéctaculo es « apenas
digno del Congo o del gran Nilo, en el corazón del Africa negra[17] ». También aquí se trata de parecer civilizado.
El tema de la civilización es obsesivo, y corresponde a la lectura selectiva
que el siglo XIX liberal hizo del Facundo de Sarmiento: eliminando lo
que había de mas profundamente americano en el libro.
Y, como en todos los discursos criollos de la
Independencia y de la post-Independencia, el país es civilizado –se dice- porque
sus instituciones lo son. Puesto que el ser del país debe residir en sus
instituciones, puesto que el parecer no está en armonía, el parecer está
equivocado. Dicho de otra manera, la realidad está equivocada, o por los menos
los extranjeros que la ven como no se quiere que la vean. De ahí un elogio encantador
que los políticos liberales y sus intelectuales hacen de las instituciones
representativas : Colombia, democracia esencial es el
título de una nota anónima de El Tiempo
en 1941[18]. Del mismo año es otra nota anónima aparecida la víspera
de las elecciones legislativas y que habla de « nuestra democracia, un modelo de
pulcritud severa y de orden estricto[19] ». De las instituciones se pasa a su espíritu y
el país se convierte en modelo de democracia
donde se encarna toda su nobleza, nobleza que corresponde a la de sus
hombres políticos. Otra nota anónima de El
Tiempo, titulada Caballerosidad en la Cámara[20], evoca una peripecia de la vida parlamentaria y habla
de « algo tipicamente caballeroso, colombiano », ve un detalle
« hermoso », reconoce a un conservador una « laudable
gallardía », afirma que otros dos conservadores son « gallardos
también », y termina hablando de « algo noble, conciliador, digno de
Colombia ». Se debe recordar que la política colombiana se hacía
violentando las urnas, comprando votos, a través de amenazas y por vías de
hecho sobre los electores, y que la « Violencia » pronto mostraría a
plena luz del día el fondo de las cosas. Mientras tanto, todo debía seguir
igual, los discursos y las representaciones, los hechos seguían sin embargo su
propia evolución, muy pronto dramática.
En literatura, la elección fue el statu quo, perfectamente
ilustrado por los diktats de Tomás Vargas Osorio en la querella del
nacionalismo literario en 1941[21] y por los cuentos ruralistas de López Gómez y de
Cardona Jaramillo. Autores mas atentos a la vida de las ideas y del arte en el
mundo propinían una actitud mas sutil, pero igualmente estática. Sin duda
porque se sentían literariamente incapaces para responder al desafío que les
tendía la época, pero también porque comprendían que toda forma contemporanea
de abordar al hombre y a la sociedad implicaba el cuestionamiento de un statu
quo al que estaban apegados y del que sacaban provecho. Así, Jesús Zárate
Moreno: escritor de Santander, como Vargas Osorio, y sucesor de éste, propinía
en 1944 que la literatura colombiana se inspiraba de los grandes novelistas
norteamericanos[22] ; pero, en 1951, denunciando la influencia nefasta
de Faulkner, dice que el país no está maduro, que no se debe escribir novela
sobre la aventura espacial mientras no se haya terminado con « el hombre
que monta burro »[23]. Zárate Moreno había decidido quedarse con el
criollismo; no solamante con sus motivos, sino también con su filosofía. Mas estricto,
Eduardo Caballero Calderón declaró desde 1945 su desconfianza por los
Norteamericanos[24]; sus relatos caóticos deben ser el anuncio de un
profundo desconcierto social; no ve en ellos ningún modelo potencial porque su
Colombia patriarcal, le parece al abrigo de toda crisis – y estábamos a
las puertas de la « Violencia » ! En 1953, después de la peor
etapa de la « Violencia », e incluso después del envio de un battallón
colombiano a Corea, Caballero Calderón ironizará sobre el existencialismo
francés: éste es signo de la maldición de una Europa desgastada y no puede
servir de guía para Colombia cuyo cuerpo social es sano y dinámico[25]. En todo este periodo, Germán Arciniegas, no deja de
ridiculizar el existencialismo. Para todos, el país correspondía a la imagen de
sus instituciones (incluso pisoteadas por la dictadura falangista de Laureano
Gómez) y no había nada que revisar. Las Luces siguían brillando en la sociedad
colombiana. Era suficiente con mantener el statu quo de los espìritus y de las
cosas – o con devolverse una vez la dictadura hubiese desaparecido. Puede
sorprender que los herederos de 1810 hayan acordado tanta importancia al
folklore en los años 40. Arciniegas en 1942, cuando era ministro de Educación
del presidente Eduardo Santos, lanzó una
encuesta folklórica cuyos encargados fueron todos los maestros del país.
Marcado por la fe en el progreso, el pensamiento liberal, durante mucho tiempo
había ignorado o despreciado el folklore, pero encontró de repente la idea romàntica
que veía en éste una creación del genio popular. En esta perspectiva, el
folklore puede también ser considerado como portador de las virtudes del
pueblo, entre las cuales, la humildad debe figurar en primer rango. La clase
dirigente presenta al pueblo un espejo para que se reconozca como tal y
reencuentre sus comportamientos de antaño. Por esta vía se intenta actualizar
un sistema de dominación. El antaño que se trataba de recuperar correspondía a
la época anterior a la « Revolución en marcha », primera presidencia
de Alfonso López Pumarejo (1934-1938). Éste había querido acelerar la
modernización del país, buscando promover una participación popular creciente.
Con López Pumarejo, los mestizos, las masas de piel cobriza o morena, habían
irrumpido en la política colombiana, y la ciudadanía había dejado de ser asunto
exclusivo de los criollos que la habían detentado hasta entonces.
De hecho, todo el debate de la época sobre la
sociedad, la cultura y la identidad colombianas se centra en esta lucha entre
la derecha liberal de Santos y el lopismo; lopismo y sus consecuencias, entre
las cuales el movimiento gaitanista a partir de 1945. La ascensión de Jorge
Eliecer Gaitán está relacionada con el despertar suscitado por López, que
precipitará luego su derrota (renuncia
en agosto de 1945, segunda presidencia interrumpida una vez consumado su
abandono, y su traición por el ala santista del liberalismo). En 1948, el 9 de
abril, Gaitán es aseinado: el « Bogotazo » consecuencia de este
asesinato, traduce la explosión de ese pueblo mestizo que Santos había
intentado condenar al silencio.
Los intelectuales santistas poseían sobre ello una
opinión bien decidida. Igualmente, Luis
López de Mesa. En 1948, y ésto incluso antes del 9 de abril, en lo que
concierne a las primeras entregas, publica en El Tiempo una serie de
artículos que compila en un volumen al año siguiente : Perspectivas
culturales. Afirma allí, que los problemas del país aparecen con la llegada
de los mestizos a la vida política y que el ideal sería un retorno a la república
de los Criollos. Con mas ingenuidad pero sobre las mismas bases, el cronista
Andrés Samper, define el 9 de abril como « lo que verdaderamente no es
colombiano »[26].
La tenacidad con la que el santismo busca acabar con
la semilla del lopismo presenta facetas muy significativas: éstas no son
sorprendentes para quienes han aceptado sin distanciamiento los análisis de intelectuales oficiales de los últimos años, como Juan
Gustavo Cobo Borda en particular. Por ello, se hace necesario, examinar de
cerca las crónicas de prensa de los cuentistas de Caldas. Si los relatos de
ficción de López Gómez y Cardona Jaramillo dan la impresión de una fidelidad primaria al mundo del terruño,
sus crónicas demuestran que tenían clara conciencia de combatir ideas
perniciosas[27]. Y cuando el cronista José Gers se queja por la moda
de las músicas negras, no deja de recordar que los Negros aportaron a la política
« su roja beligerancia[28] ». Todos esos liberales santistas se acercan a
las posiciones del partido conservador: en la prensa conservadora, los
caricaturistas tenían por costumbre representar a los partidarios de Gaitán
bajo los rasgos de caníbales africanos. El santismo y el conservatismo de
tendencia fascista coincidían en parte; mas que nunca, racismo y criollismo iban
de la mano.
¿Qué pasaba en ese momento con los discursos
contestatarios? La pregunta se impone por la fuerza, no tanto porque ciertos
espíritus no dejan de recordar una realidad recalcitrante, si no porque los
cambios eran rápidos y suscitaban por ende interrogaciones. Se pueden enumerar
un cierto número de actitudes que se agrupan, mas o menos, siguiendo tres
criterios fundamentales: la conciencia de la variedad racial y de los aspectos
culturales que le son connaturales; la aceptación o los diferentes niveles de
rechazo del concepto de lo nacional ; la capacidad para
mirar más allá de las fronteras.
Lo que convierte a Jesús Zárate Moreno en
contestatario relativo, y sobretodo provisional, es su experiencia del
extranjero. Conoce la evolución de las ideas y de las formas en el mundo, sabe
ver, o entrever, la multiplicidad del país. Pero cree firmenente en lo
nacional y prefiere finalmente el statu quo, no sin cierta dosis de
maquiavelismo. Admite que el mundo cambia y que los cambios golpean a la puerta
del país, pero, dice en 1950,
…
no sería imprudente o inoportuno que se estableciera una cutelosa tarifa de
aduana para todas las importaciones que tiendan a dispensarnos la felicidad[29]
Propone entonces para la sociedad la misma actitud de
repliegue que termina adoptando en términos de literatura (su elogio y luego su
rechazo de la novela norteamericana). Su
única propuesta novedosa es la de poner las culturas periféricas al servicio de
lo
nacional; sugiere « nacionalizar » la música negra de la
Costa, porque sería provechosa para el centro, y mantener las segregaciones
existentes (hace una distinción entre lo nacional y lo que lo es
« menos »), porque son intangibles a sus ojos[30]. Se trata de una anexión selectiva y muy concientemente
expoliadora.
El periodista Próspero Morales Padilla se expresaba en
una columna de prensa titulada: El mirador de Próspero: alusión a
José Enrique Rodó y signo de elección de un pensamiento que se creía sincero,
ambiciosos y abierto. Morales Pradilla tomaba prestado del nacionalismo central
la idea según la cual el país debía perdurar en su identidad, lo que constituía
de hecho una seria limitante. Pero no hablaba de lo nacional, y en este
sentido, se diferenciaba claramente de las tesis impuestas en 1941 por Vargas
Osorio. Prefería hablar de lo colombiano y de la labor
de colombianismo[31]. Con ello, se nota que orientaba su mirada hacia las
regiones excluidas. Rectificando profundamente su idea de preservación, proponía
entonces conocer, admitir y mezclar, dicho de otra manera integrar maneras de ser
que existían en la periferia, y hasta entonces ignoradas, despreciadas e
incluso estigmatizadas. Morales Pradilla no creía que la historia se limitase a
la revelación de 1810 y pensaba que se debían buscar vías difrentes. Una de
ellas era el llamado a la inmigración, no para blanquear el país, sino para
aportarle el dinamismo y las ideas innovadoras que le hacían falta – lo cual
significaba un severo reproche a la clase dirigente. Pero Morales Pradilla,
siendo uno de los intelectuales mas abiertos del momento (1945-1948), no supo llevar
a la práctica el pensamiento contemporáneo. Se plegaba a los límites del país y
tendía, sobre manera, a ver todo como una « cordial » confrontación
entre una Colombia sobredimensionada y el resto del mundo. Los principios del
pensamiento criollo pesaban en él. Después de haber comenzado en El Espectador,
pasò a El Tiempo, donde de vez en cuando aportó una nota discordante,
aunque inoperante, puesto que había terminado por aceptar el marco de reflexión
fijado por el santismo[32].
Antonio Brugés Carmona representa el pensamiento
contestatario regional, el de la Costa atlántica, siendo asì un importantísimo
precursor de García Márquez, incluso si hoy está completamente olvidado. En los
años 30, había empezado a hablar de su región natal, y a partir de 1940 se
convirtió en el defensor de la cultura negra y mulata de la Costa. Pero su única
ambición consistìa en hacer aceptar el aporte negro en el concepto de lo
nacional. Hecho inaceptable a los ojos de los intelectuales nacionalistas
del centro, curtidos por el criollismo reactivado por Vargas
Osorio, y Brugés Carmona es confinado al rol del simpático insistente que se
tolera sin contrariar pero a quien se ha decidido no conceder nunca satisfacción.
Creyendo, también a su manera en « lo nacional », Brugés se encierra
en un americanismo del terruño. La guerra mundial lo lleva solamente a pensar
que la hora de América latina por fin ha llegado[33]y es incapaz de concebir para el continente, para el
país y para su región, algo diferente a
la entronización de valores vernáculos limitadamente folklóricos. Elige la
ilusión y el callejón sin salida de la autarquía cultural y de esta manera,
pierde una fugitiva y prometedora intuición de realismo mágico[34]. Finalmente, en nada hace oscilar la modalidad
oficial de « lo nacional » y contribuye incluso a fortalecer la
desconfianza con relación a cualquier evolución y a cualquier aporte exterior. No
supo ver lo inadmisible.
Manuel Zapata Olivella es un ejemplo muy cercano, a
pesar de la diferencia de edad y de su propia orientación ideológica. Negro,
comunista y costeño, hizo mucho por el estudio y la difusión del folklore
de la Costa atlántica. Sus convicciones de los años 40 y 50, de una rigidez
estalinista, lo aislaron en un populismo asustadizo, y por la vía de la
ostilidad a toda influencia extranjera, lo llevaron a elegir una forma sui
generis de nacionalismo. Se le ve retomar iguales tipos de anatemas a
los de Vargas Osorio[35] y cuando, en su defensa del folklore negro, denuncia
los « miasmas » del existencialismo[36] coincide con el latifundista liberal Caballero
Calderón. No es extraño entonces que sus diatribas populistas sobre el folklore
hayan sido acogidas en El Tiempo: esta publicación era
prueba suplementaria de su inicuidad. De este tipo de supuesta protesta, el
santismo podía no solamente satisfacerse, sino también sacar provecho; sin
embargo, no se debe olvidar que las giras folklóricas organizadas por Zapata,
en el país y en el extranjero, contribuyeron con el progreso de la idea de una
Colombia múltiple[37]. Pero queda claro que todo està decidido desde el
momento en que Zapata elige el folklore como caballo de batalla. Su visión
populista lo inscribió en la estrategia fijada por Germán Arciniegas en 1942.
El intelectual comunista mostraba al pueblo el mismo espejo que El
Tiempo: la protesta había quedado desvirtuada desde el comienzo.
El último contestario que se debe citar es el mismo
García Márquez. Tenía conciencia de que Colombia era un mozaico y quería que su
región, la Costa atlántica (como para Brugés y Zapata), viviera su cultura
mulata sin complejos ni limitaciones. No creía en lo nacional y muy pronto
había comprendido que se trataba de una trampa de vieja data inventada por la
clase dirigente. Y tornaba constantemente su mirada hacia el exterior. De ahí
su razonamiento, en el que Colombia andina era tratada como cantidad negligible
y en el que el punto de anclaje de su región natal era el caribe entero.
Elección radical, que implicaba para el porvenir un esfuerzo prometéico, y que
se fundaba en una reflexión histórico-política sutil y en una sagaz observación
de los cambios de la época. El suceso improvable a primera vista, llegó,
después de todo, por vía de las resonancias triunfales del escritor en
el exterior. Las posiciones extremas y sarcásticas del joven García Márquez, una
vez lograda la celebridad, le permitieron imponer la idea de una Colombia mestiza.
En cuanto al realismo mágico de su producción literaria, éste fue una palanca
decisiva: después de todo, Bogotá y el país tuvieron que admitir que esa
sociedad y esa cultura estaban regidas por algo diferente al espíritu de las
Luces. Es bastante, pero al mismo tiempo muy poco, porque la clase dirigente
supo recuperar en beneficio propio este aporte que hubiese podido o debido ser
decisivo. A partir de ahí se instaura la demagogia del « !todos mestizos ! » Lo
esencial no es saber cómo legitimarse, sino seguir siendo el poder legítimo. La
élite de siempre sigue cabalgando sobre la cresta de la ola. Durante un tiempo,
el macondismo
remplazó al criollismo[38].
Es a nivel político que debe buscarse la clave que
permita explicar los meandros y movimientos del debate sobre la identidad. La
cuestión política había motivado en 1810 el discurso del Criollo Camilo Torres
y desde entonces, no había cesado de condicionar el debate.
En 1950, bajo la dictadura de Laureano Gómez, el
debate no cesa. Mientras que los líderes falangistas del partido conservador
continuaban promoviendo la « Violencia », se esforzaban por construir
un sistema corporatista y mantenían sus criterios racistas, el debate se jugaba
en el seno del partido liberal ; a grandes rasgos, la división continuaba
siendo la que separaba lopistas y santistas pero, con el tiempo y la evolución
de los acontecimientos, el conflicto oponía ante todo a partidarios de la
lucidez liberadora contra partidarios de la lucidez continuista. Los
detentores de los viejos valores
criollos continuaban contribuyendo (Zárate Moreno, Caballero Calderón, incluso
Germán Arciniegas), pero el juego los sobrepasa, poco a poco, según los casos,
y terminan siendo simplemente payasos. El santismo se actualizaba y confiaba a
nuevos espíritus la tarea de formular un programa digno para asegurar su
perenidad y adaptarse a la época. Jaime Posada, ex-secreatio privado del
ministro Arciniegas, tenía bajo su responsabilidad el suplemento de El
Tiempo, en el que habìa reducido al mínimo el espacio acordado a los cuenteros
ruralistas de Caldas (López Gómez, Cardona Jaramillo) cuyos motivos empezaban a
ser obsoletos. Pero Posada sólo cumplía con un rol de trancisión, ya que sería
entre los jóvenes a quienes había abierto las puertas que se encontrarìa la
verdadera renovación. Fue el poeta Jorge Gaitán Durán; desde 1949, durante un
« congreso de los nuevos intelectuales » reunido por El
Tiempo, quien formuló un proyecto que puso en marcha a partir de 1955
en el mensual Mito, revista que se convertirá entonces en suya. El proyecto:
mirar el país sin complcencia, utilizar el pensamiento contemporáneo (incluido
el existencialismo que otros condenaban), trazar una línea de pensamiento
contemporánea para el poder de siempre. De manera muy reveladora, en 1949,
Gaitán Durán ataca desde las páginas de El Tiempo la acción que dirigía
Jorge Zalamea en su bimensual Crítica, una publicación modesta por
sus medios pero grande por su proyecto y grande también por el balance que se
puede hacer de su acción – más allá de lo que fue su incontestable fracaso
material[39].
Zalamea había sido ministro de López Pumarejo. Quería
hacer de su publicación un espacio de debate para todos los intelectuales, un
espacio de reflexión sin tabú sobre el país real, una herramienta humanista que
permitiera fundar una democracia colombiana. Zalamea y Crítica representaban un
riesgo que el santismo no podía dejar desarrollar. De ahí los ataques de Gaitán
contra Zalamea, en el momento mismo en que éste era perseguido por el poder
conservador. Una vez Zalamea en el exilio, Gaitán Durán podría desarrollar su
propia acción con Mito: iba a devolverle al santismo reformulado (en particular
con el presidente Lleras Camargo, 1958-1962) la inteligencia que se había
perdido en el desgaste progresivo del mito criollo.
No sería útil hablar aquí del papel jugado por el
semanario Alternativa en los años 1974-80: la revista reunía a García Márquez
y una pléyade de jovenes y brillantes periodistas, escencialmente periodistas
de El
Tiempo –y en particular a su futuro heredero Enrique Santos Calderón.
Se habrá comprendido que la acción de Alternativa, que anexaba de paso a García
Márquez, entraba en la estrategia sabiamente concebida por Gaitán Durán con Mito,
y antes de Mito, desde 1949. Son estas las razones por las que Colombia se
reconoce hoy mestiza. Y son estas las razones por las que nada ha cambiado.
Puesto que parecemos parodiar a Molière, podríamos recordar claramente Le
Médecin malgré lui y agregar: He aquí las razones por las que la hija
muda aún no habla, porque incluso antes de su nacimiento, los padres fundadores
le habían usurpado su palabra.
[1] Traducción de Ana Cecilia Ojeda A., profesora
titular, Escuela de Idiomas, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga,
Colombia
[2] Camilo Torres, « Memorial de
agravios », in : José Luis Romero, Luis Alberto Romero, ed., Pensamiento
político de la emancipación, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977,
T . 1, p. 29
[3] Id, Ibid.
[4] Un ejemplo entre otros : « …en este
fenómeno de regreso al campo se distinguen las razas superiores de Antioquía y
Santander. »( Ramón Manrique, « punto y coma »,
« Aracataca », El Heraldo, Barranquilla, 19 de
febrero de 1948, p.3)
[5] Armando Solano, « Geografìa literaria de
Colombia » (Sábado, Bogotá, n°3, 31 de julio de 1943). « La llanura y
la selva » (Sábado, n° 5, 14 de agosto de 1943). « La meseta y el páramo »
(Sábado,
n°6, 21 de agosto de 1943). « Cartagena de Indias » (Sábado,
n°11, 25 de Septiembre 1943). « Bogotá » (Sábado, n°13, 9 de
octubre de 1943). « Paipa, mi pueblo » (Sábado, n°21, 4 de
diciembre de 1943). « Visión de Santander » (Sábado, n°23, 18 de diciembre de 1943). Muy significativamente
Solano escribió en este último trabajo : « Santander tuvo y
conserva el privilegio de los pueblos limpio y con dignidad ; de los
pueblos de tradición democrática y antiplebeya », el mas importante de los
viejos tópicos criollos.
[6] Tomás Vargas Osorio : « Solo en la
provincia puede hallarse la verdadera fisionomía de Colombia. Aspecto difrente
de nuestras grandes ciudades », El Tiempo, 15 de enero de 1939,
segunda sección, p. 1
[7] El ejemplo mas claro es el de Quintín Lame,
lider indìgena cuyas acciones violentas en los años 1910 parecían olvidadas, cuando en
1941, Quintín Lame presenta sus revindicaciones a las autoridades centrales, la
prensa y los intelectuales de Bogotá manifiestan un cierto desconcierto y
sobretodo muestran una gran indifrencia.
[8] José Gers, « Civilizaciòn de
color », Sábado, Bogotá, n°47, «3 de junio de 1944. P. 13. En una
columna humorística de El Tiempo, Trivio (no sabemos quien
se esconde tras ese seudónimo, que también aparece en Sábado) escribìa
también : « En la orquesta de porros sólo suenan por lo general
tres instrumentos : el clarinete, los tambores y el negro de los alaridos »
(Trivio, « La dulce música del porro », El Tiempo, Bogotá, 23 de
octubre de 1943, p. ?
[9] Bajo las iniciales J .V.G. apareció en el
periódico conservador El
Siglo una « Diatriba del porro », que suscitó polémica. Texto
reproducido en El Heraldo de Barranquilla (10 de junio de 1947, p. 3)
[10] « La cumbiamba es nativa del litoral atlántico
de Colombia, y hasta morena, o mestiza, pero no africana » (Armando Barrameda
Morán, « Nuestra cumbiamba », El Heraldo, Barranquilla, 17 de
enero de 1949, p . 3)
[11] Fernando Fernández Padilla, Rafael Prins y V.,
colaboradores de El Heraldo de Barranquilla.
[12] Armando Solano, « Cartagena de
Indias », op.cit. Se puede señalar igualmente el siguiente texto de
Ramón Manríque : « …en el
cruce biológico que se observa en Colombia, la raza blanca ejerce un
preponderante dominio sobre la negra, pues de la unión de una negra con un
blanco, o viceversa, resulta un producto muy esclarecido y con apenas la
tosquedad de los rasgos de la raza de Caín » (Ramón Manrique, « Punto
y coma », « Destino de la raza negra », El Heraldo, Barranquilla,
30 de enero de 1948, p.3)
[13] Armando Solano, « La meseta y el páramo »,
op.cit.
[14] Nota anónima, « Ciertos viajeros », El Tiempo, Bogotá, 23 de
enero de 1950, p.5. El jóven García
Márquez hace una dura crítica de esta nota al día siguiente en su columna
« La jirafa » de El Heraldo de Barranquilla.
[15] Solo mencionaremos dos notas anónimas aparecidas en El Espectador de Bogotá,
por lo general mejor inspiradas : « Las cosas de la señorita
Teissier » (29 de octubre de 1954). Este señalamiento ingenuo de la
célebre « comadre » suscitó un clamor colectivo que puso seriamente
en peligro la inauguración de acerías de Paz de Río, creadas por técnicos
franceses.
[16] Anónimo, « Una visión de Colombia »,
El
Tiempo, Bogotá, 11 de enero de 1940, p.5
[17] Anónimo, « El hermano caimán », El
Tiempo, Bogotá, 26 de agosto de 1941, p.5
[18] Anónimo, « Colombia, democracia
esencial », El Tiempo, Bogotá, 30 de enero de 1941, p. 5
[19] Anónimo, « Por el prestigio de nuestra
cultura », El Tiempo, Bogotá, 16 de marzo de 1941, p. 5
[20] Anónimo, « Caballerosidad en la Cámara »,
El
Tiempo, Bogotá, 30 de octubre de 1940, p. 5
[21] Esta querella se debía al resultado
controvertido de un concurso literario organizado por Revista de Indias. Vargas
Osorio orquesta en las páginas de El Tiempo una campaña violentamente
« antiuniversalista », al escribir fundamentalmente cuatro notas, firmadas o no, en las entregas del 22
y 24 de mayo , 4 y 19 de julio de 1941.
[22] « La literatura norteamericana representa el mas importante suceso
intelectual que el mundo ha registrado en los últimos años… Hoy se necesita ser
completamente ajeno al movimiento cultural para desconocer aquello que los últimos
sobrevivientes del ……pretenden ocultar aún. (Jesús Zárate Moreno,
« Literatura norteamericana »,
El Tiempo, Bogotá, 15 de diciembre de 1944, p. 5)
[23] « Nada mas peligroso en la literatura, y
en general en el arte, que la alteración indebida de los procesos históricos…
América Hispána está ya madura para la novela. Pero para cierto tipo de novela
que no se salga de la jurisdicción de las narraciones elementales » (Jesús
Zárate Moreno, « Nuevas perspectivas de la novela hispanoamericana », El
Tiempo, Bogotá, 8 de abril de 1951, segunda sección, p. 3)
[24] Eduardo Caballero Calderón, « La
literatura norteamericana », El Tiempo, Bogotá 8 de julio de
1945, segunda sección, p. 3
[25] Eduardo Caballero Calderón, « El
existencialismo francés », El Tiempo, Bogotá, 26 de julio de
1953, segunda sección, p. 1
[26] Andrés Samper,
« La mùsica colombiana », El Espectador, Bogotá, 18 de junio
de 1948, p. 4
[27] Cardona Jaramillo denuncia los maleficios de
la infiltración « comunista », pero es ante todo el lopismo el blanco
de sus acusaciones (« El camarada Esteban », El Tiempo, Bogotá, 15 de
enero de 1945, p. 5). López Gómez se
indigna contra ese nuevo gusto por los meetings y las reivindicaciones del
gaitanismo (“La aldea perdida”, El Tiempo, Bogotá, 21 de marzo de
1945)
[28] José Gers, op. cit.
[29] Jesús Zárate Moreno, « Una nación entre
dos mundos », El Tiempo, 19 de febrero de 1950, Bogotá, segunda secciòn, p.3
[30] Jesús Zárate Moreno, « Aproximación a la
música colombiana », El Tiempo, Bogotá, 30 de octubre de
1949, segunda sección, p.1
[31] Se deben citar particularmente las entregas de « El mirador de Próspero » del
15 de abril, 2 y 27 de agosto, 18 de septiembre y 18 de octubre de 1945, todas
en la p.4 de El Espectador de Bogotá.
[32] « El mirador de Próspero » que
aparecìí en las ediciones de la semana, presenta menos interés que en los
tiempos de El Espectador, a excepción, sin embargo, de algunas entregas
importantes en lo que concierne a la crítica literaria. Es la columna dominical
« Compás de espera », en el suplemento de El Tiempo, la que aporta
las discordancias del pensamiento de Morales Pradilla. Se pueden citar las
siguientes entregas : 2 y 30 de abril, 26 de mayo, 25 de junio, 15 de
octubre de 1950, 12 de agosto y 9 de septiembre de 1951.
[33] Antonio Brugés Carmona, « La hora de
Latinoamérica », El Tiempo, Bogotá, 6 de junio de
1942, p. 5
[34] Antonio Brugés Carmona, « Vida y muerte
de Pedro Nolasco Padilla », El Tiempo, Bogotá, 3 de noviembre de
1940, segunda sección, p.2. Se puede leer este texto , mezcla de ficción y testimonio, como un
antecedente de « Los funerales de la Mama Grande » y de algunos
aspectos de Cien años de soledad.
[35] Trata a los intelectuales curiosos por los
aportes extranjeros como « sumisos eunucos » (« Experiencia,
danzas y folklore », El Tiempo, Bogotá, 26 de octubre de
1952, segunda sección , p.2), como Vargas Osorio había hablado de falta de
« resolución viril » con relación a los escritores universalistas
(« Mas sobre nacionalismo », El Tiempo, Bogotá, 19 de julio de
1941, p.5).
[36] Manuel Zapata Ollivella, « Experiencias,
Danzas y folklore », op.cit.
[37] La primera gira folklórica organizada por
Zapata a partir de mayo de 1952 suscita ecos muy positivos en El Espectador, el cual le consagra
un buen número de notas elogiosas. Es cierto
también que el suplemento de El Tiempo, de la misma manera que acordaba
mucho espacio a la acción de Zapata, dejaba entrever una cierta reticencia (el
artículo de José Raimundo Sojo, « Música de la Costa Atlántica », El
Tiempo, Bogotá, 25 de mayo de 1952, segunda sección, p.3). Pero no era
de esta reticencia que se quejaba Zapata en su artículo citado anteriormente.
[38] No ubicamos a Alvaro Mútis, entre los
contestatarios de los años, 40 y 50. Simplemente porque éste desarrollaba
parcimoniosamente su obra poética y participaba sin mayor brillo en la vida
intelectual. Fue con el tiempo que pudo verse lo subvercibo e irrecuperable de
su obra para la clase dirigente : su actitud de rechazo con relación a la
Independencia hace que Mútis sea refractario a cualquier tentativa por
incluirlo en el discurso criollo reactivado. Con una distancia de más de
cuarenta años, se percibe mejor lo que había de irreductible en él desde el
comienzo.
[39] Jorge Gaitán Durán, « Gente que
piensa ? », El Tiempo, Bogotá, 11 de septiembre
de 1949, segunda sección, p.2 Y
« Una nueva conciencia ética », El Tiempo, Bogotá, 25 de septiembre
de 1949, segunda sección, p.4
Considero indispensable incluir la referencia de la publicación original. Gracias.
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