LA DOMINACIÓN EN LA CIUDAD Y LOS PERROS
Por: Miguel Ángel Pérez
Por: Miguel Ángel Pérez
A la mayor parte de los que no quieren ser
oprimidos no les disgustaría ser opresores.
Napoleón
Bonaparte
Bastaría con echar una relectura a la novela la Ciudad y los perros, para advertir en
ella la presencia clara de la dominación de un ser sobre otro: a través de las
jerarquías, a través del abuso de autoridad, a través de la sumisión del débil.
Un microcosmos más definido, más violento, de lo que es la sociedad en sí. Se
habla de dominación como una manifestación concreta del poder, donde un
individuo tiene la posibilidad de hacer triunfar su propia voluntad. El ejemplo
más claro es el del Jaguar como el opresor y el esclavo como el oprimido. Esta
relación amo-sumiso lleva a plantear, finamente, que hay un vínculo de este
sentimiento opresor con el legado de la conquista española.
La historia de La
ciudad y los perros, escrita por el peruano Mario Vargas Llosa, comienza
con el robo de un examen perpetuado por los cuatro cadetes más bravos del año.
Sin embargo, el encomendado de realizar la tarea, el serrano Cava, comete un
error y los superiores consignan a los imaginarias de la noche del robo.
Alberto (el pota) y Ricardo (el esclavo), los dos imaginarias consignados, se
comienzan a amistar, y mientras el esclavo le hace al poeta sus confesiones
amorosas, éste lo traiciona para salir con Teresa, la chica que Ricardo ama.
Finalmente el esclavo se cansa de la consigna y delata al serrano Cava que es
vengado por el Jaguar, miembro y líder del círculo. La muerte de Ricardo afecta
al poeta que decide delatar al círculo y a sus compañeros y acusa al Jaguar de
la muerte de su amigo. Al finalizar la obra, la muerte del esclavo queda en la
impunidad. De este modo se completa un ciclo de ultrajes que el autor describe
con tal realismo que hace que uno, como lector, sienta los reveses a que son
sometidos los personajes. Y finalmente termina por ser un argumento para
reflexionar sobre la dignidad humana.
En esta historia, todos los cadetes que entran a
primer año en el colegio Militar, Leoncio Prado, comienzan siendo “perros” y deben
someterse a todos los vejámenes que les imponen los que están en los cursos
superiores: “En el bautizo o iniciación que deben sufrir los alumnos que entran
al colegio Leoncio Prado, la voz perro tiene connotaciones de degradación,
violencia y machismo. La idea inicial es que un ser humano es lo opuesto a un
perro” (Montes, 2011, p. 68). Sin embargo, a partir del primer día de bautizo,
los cadetes mallugados por los golpes, se reúnen en el baño para confabular una
defensa. Y no es raro que Arróspide, un blanco de familia burguesa, alce su voz
primero: “No podemos quedarnos así. Hay que hacer algo” (Vargas, 2002, p. 77).
No es raro que un blanco, que no ha estado acostumbrado al sometimiento, sea el
que inste a los demás a la lucha. ¿Por qué no un serrano o un negro? La respuesta
está relacionada con la Historia y más adelante se verá por qué.
También es gracias al Jaguar que los demás cadetes
aprenden a defenderse y a ser precavidos. Y es a partir de las reuniones
clandestinas que nace el círculo. Es interesante resaltar, desde ya, el parecido
que este primer levantamiento contra la opresión, por parte de esos cadetes, tiene
con la historia de la independencia. Así pues, con estas reuniones y las
primeras acciones del círculo, los cadetes dejan de ser perros para ser los
opresores de los cadetes de los años menores. Y es que el que no se defiende y
no se impone por la fuerza termina por ser subyugado: “hay que trompetearse de
vez en cuando para hacerse respetar. Si no estarás reventado toda la vida… o
comes o te comen”. (Vargas, 2002, p. 36).
La dominación en la obra se configura en la medida
en que los cadetes, ya libres de la opresión de los más grandes, cuando están
en quinto año, hacen y deshacen cuanto les place en el colegio: entran licor,
fuman, mandan a los cadetes de años menores a que tiendan sus camas, ponen a
los débiles a que los cubran cuando están de imaginarias. Lo curioso del asunto,
y por ello el epígrafe inicial, es que en un primer instante ellos se rebelan
en contra de esa opresión; pero cuando están en la cima, se convierten en el
ente dominante. Y por ello se resalta la relación que hay con la historia de la
independencia en Latinoamérica… por el punto en que los criollistas, cuando se
hacen con el poder, y después de haber hablado en pro de las libertades, se convierten
en los principales opresores de los indios y de los negros. Después de haber aprovechado las masas de estas dos razas
para hacer su revolución, para sacar a los españoles de la tierra americana y
quedar ellos como únicos dueños para explotarla a su antojo.
Es también importante resaltar que para los cadetes
la dominación resulta siendo una defensa de su virilidad. Así habla el Jaguar a
Alberto cuando están en el calabozo: “No es mi culpa, si a mí no me joden es
porque soy más hombre” (Vargas, 2002, p. 471). No es extraño, entonces, que por
esa condición del macho haya relaciones zoofílicas y constantes alusiones a la
masculinidad. Además de que los padres, como el padre de Ricardo, internan a
estos jóvenes para que aprendan a ser hombres. Y por supuesto, allí aprenden a
ser sagaces, mentirosos, ladrones, violentos. Toda esa maquinaria criminal los
enseña a ser más hombres, como dice el capitán al teniente Gamboa: “los que no
se dejan pescar son los vivos. Para hacerse hombres, hay que correr riesgos,
hay que ser audaz” (Vargas, 2002, p. 421). La escuela militar se convierte, entonces
en una “fábrica” de hombres, de machos:
Los propios
estudiantes conciben el colegio como un aprendizaje de la virilidad. Para merecerlo
se requiere pasar por ciertas etapas. Hay que soportar sacrificios, humillaciones
y violencias para ganar el título de cadete, es decir para convertirse de perro
en hombre (Diaz, 2004, p. 33).
En este aspecto, trabajar sobre el concepto de la virilidad
en la obra se convierte en otro tema de estudio interesante. Su mención en este
trabajo es pertinente dado que este impulso del ser macho esta intrínsecamente
relacionado con el tema de estudio aquí propuesto. Es importante rescatar que
la defensa de esa hombría, que desemboca en una imposición por la fuerza y que para
unos, como el jaguar, es condición fundamental; para otros, como el serrano
cava, esta imposición es causa de su miedo[1]. El
miedo de este serrano es o que lo hace ensañarse con el esclavo que después del
Jaguar es el que peor lo trata: “Después del Jaguar, Cava era el peor; le
quitaba los cigarrillos, el dinero, una vez había orinado sobre él mientras dormía”
(Vargas, 2002 p. 188).
En la medida en que Cava es dominante con el esclavo
pero sumiso con el Jaguar se descubre que el serrano se impone sobre el que es
más débil, pero también respeta y se somete con el que es más fuerte. Cava ni
siquiera le responde al Jaguar cuando lo insulta ni cuando le dice serrano
cobarde. En esta supervivencia, el que resiste es respetado y el que no aguanta
es humillado. Cava se hace respetar del Boa, que lo odia por ser serrano, y en
la pelea demuestra que es bien resistente. Además se enfrenta a los de quinto y
pelean hombro a hombro, ello hace que Boa respete a Cava y se hagan amigos y
camaradas del círculo.
Pero esto no sucede con Ricardo, que no se hace
respetar como los otros, y que se configura de carácter pacífico, débil y
cobarde, conforme avanza el relato: “Ahora ya no tenía esperanza; nunca sería
como el Jaguar, que se imponía por la violencia, ni siquiera como Alberto, que
podía desdoblase y disimular para que los demás no hicieran de él una víctima”
(Vargas, 2002, 187). Y él mismo se da cuenta de su debilidad. Sabe que entre
los cadetes existe complicidad y amistad, que por más que se insultan no se
maltratan entre ellos, como sí lo hacen con él.
En esta medida está claro que los débiles y los cobardes
siempre serán sometidos. Así, pues, las sociedades más débiles han sucumbido ante
las más fuertes y poderosas… pareciera una ley natural. Y esta es la ley que
rige e impera en la institución militar con más asiduidad. No hay que ser
blando de corazón; por ende, entre más crueles, más hombres y más respectados
son. Por ello los cadetes juegan al tiro al blanco con la vicuña, maltratan a la
perra Malpapeada, y, como creen que los animales no sienten porque no tienen
alma, se ensañan con sus compañeros dándoles el apelativo de perros y
exhortándolos a actuar como tal. Y en el caso del Jaguar, fácil fue quitarle la
vida a uno de sus compañeros como en una jornada de caza.
Con la muerte del cadete Arana comienza el desenlace
de la novela. Después de un recorrido por ella es bien fácil identificar los
signos de barbarie de los opresores. Y en las páginas finales se descubre, en los
diálogos y en los hechos, una manía autoritaria, propia de los militares. Eso
se observa en el diálogo del capitán con Gamboa cuando se van de campaña y
desdeñan a los civiles que resuelven diplomáticamente los conflictos; también
cuando el capitán exhorta a Gamboa a valerse de sentido común y a olvidarse del
reglamento cuando conviene hacerlo; en el diálogo del mayor cuando acalla a
Alberto haciéndole olvidar su “fantasía”, e intimidándolo; y en la complicidad
de los médicos, pasando el parte de la muerte de Arana como un accidente para
tapar cualquier otra hipótesis.
En este aspecto, ese abuso de la autoridad se parece
al abuso por parte de los clérigos que, con su hipocresía, silencian los hechos
más siniestros. Es pues, este, el ambiente en el que se desarrolla la novela,
en un clima de total autoritarismo y que constituye una clara denuncia contra
las dictaduras militares, que como decía el profesor Hernando Motato, en una
clase: ello corresponde a una reacción de los autores del Boom Latinoamericano, de la década de los cincuenta, que alzan la
voz contra las dictaduras militares que se viven en los países latinoamericanos
en el momento.
Después de ver cómo, en el colegio militar, la ley
que prevalece es la del más fuerte, de ver cómo aquellos estudiantes se
aprovechan de los débiles para martirizarlos y someterlos a capricho de su
voluntad, y de ver cómo el conflicto de razas y regionalismos rigen el ritmo de
los acontecimientos, no es raro que ello remita al lector a la Historia de la
conquista en Latinoamérica. Y ello por dos buenas razones: la primera que tiene
que ver con el modo de actuar de los cadetes que relegan el trabajo a los
débiles y la segunda por el orden de acciones que tienen semejanza con la
independencia.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a América
vinieron con un séquito de virreyes, cortesanos, aventureros, clérigos,
doctores y soldados. Toda una corte, nada acostumbrada al trabajo: “El pioneer
español carecía, además, de la aptitud para crear núcleos de trabajo” (Mariátegui,
1979, p. 6). Y el modo de producción se basó en lo que la esclavitud y el saqueo
del oro les produjo. Entonces, una sociedad feudal y decadente que no se
acomoda a las ideas liberales de su tiempo conquista la América del centro y
sur, mientras que el pioneer inglés coloniza las tierras de América del norte
donde planta el germen de una economía sólida basada en el trabajo. Estos dos
procesos de coloniaje, distintos desde un principio, explican muy bien la
situación actual en que se encuentran los países americanos. Aquí en Latinoamérica
el indio siervo produjo al rico ocioso. Y éste comenzó a pensar que trabajar
era deshonroso. Y este legado nos viene de nuestros abuelos: “Tenemos pues, por
raza y nacimiento, el desdén al trabajo, el amor a la adquisición del dinero
sin esfuerzo” (Mariátegui, 1979, p. 72). Y la poca producción quedó relegada a los
indígenas que a través, de los latidifundios, siguen siendo explotados por el
dominio extranjero.
Entonces, a través del legado que dejaron los
españoles en América, es posible descubrir el actuar de los cadetes que mandan
a los perros a que tiendan sus camas o como en el caso del Jaguar que obliga al
esclavo a que lo reemplace cuando está de imaginaria. Esa holgazanería y
actitud dominante corresponde bien a la del conquistador español, que logró imponerse
con aquello de las “razas inferiores”. Y este desprecio por los negros e indios
aún hoy está vigente, y que en la novela se demuestra con total claridad cuando
Alberto dice a Paulino: “No me gusta que me tutees, cholo de porquería…”
(Vargas, 2005, p.169). Es claro que en la novela los bancos tienen un papel
predominante, siendo que son pocos en un colegio de Cholos, como el Leoncio
Prado. Por ello es un blanco y no un negro o un indio el que levanta la voz
primero en contra de los abusos de los cadetes del quinto año.
Ahora bien, se ha presentado una correspondencia en
el actuar de los cadetes con el legado de conquista que dejaron los españoles.
Sin embargo, no sólo es el actuar de los cadetes lo que lleva a hacer esta
analogía con la Historia, sino, como se dijo en páginas anteriores, también hay
una correspondencia de los hechos, en la obra, con la independencia en América
Latina: en el orden de acontecimientos está la voz de protesta de Arróspide;
después, la creación del círculo, la rebelión contra los de quinto, el apoyo
del grupo en general, y la imposición de los más fuertes, que siguen con el
legado de la opresión, a los perros. Estos hechos no son anda distintos al
movimiento independentista: son los blancos criollos los que alzan la voz de
protesta, conforman los movimientos de lucha, aprovechan el apoyo de las masas
indigenistas y de esclavos negros, y, finalmente, cuando logran sacar a los
españoles, los criollos se erigen como la nueva clase dominante y se apropian, sistemáticamente, de las tierras de los indígenas en las que siguen
alimentando la explotación y a esclavitud en estos días.
Qué curiosa es la naturaleza humana, en un principio
el que no quiere ser dominado y logra su libertad, si tiene oportunidad y se
hace el poder, sigue con el legado de la opresión. Esto es evidente cuando el
poeta invita al esclavo a donde Paulino y se encuentran con un cadete antes de
legar a la Perlita. Es un perro evidentemente y Alberto lo trata como tal, le
regala unos cigarrillos en favor a que tienda su cama, y en esta ocasión el
esclavo no se muestra sumiso, sino que se da ínfulas de superioridad, claro
antes de que entre a la perlita donde su semblante cambia: “El esclavo se había
colocado detrás de Alberto; su rostro expresaba ahora docilidad y sometimiento”.
(Vargas, 2005, p. 169). Pero si hubiese
una oportunidad de que el esclavo, por cualquier agilidad, destacara entre los
demás, de seguro, y sintiendo la camaradería grupal que nunca sintió, hubiese
sido igual al resto, hubiera tratado a los perros como perros, pero ello nunca
sucede porque él sigue siendo uno hasta su muerte.
Y para ilustrar mejor la idea del anterior párrafo,
en palabras de el Jaguar: “Yo no sabía lo que era vivir aplastado” (Vargas,
2005, p.523). No es sino hasta el final de la obra en que el Jaguar se da
cuenta lo que se siente ser abatido por los demás. Y cuando se descubre su culpabilidad,
el autor enseña el argumento de esta magistral novela en la que el
autoritarismo, las jerarquías, el conflicto de las razas, ilustran bien lo que
es la sociedad latinoamericana, cultura de odios empozados, donde el débil vive
subyugado bajo el poder del fuerte que no encuentra sino en el uso desproporcionado
de la violencia el mejor mecanismo de control.
BIBLIOGRAFÍA
Diaz,
Reategui (2004) Cuestiones de identidad,
ficción y verosimiliud en la autobiografía latinoamericana: Antes que anochezca
y La ciudad y los perros. Recuperado el (28 de febrero de 2011). Disponible
en: http://athenaeum.libs.uga.edu/bitstream/handle/10724/7734/diaz-reategui_karen_200408_ma.pdf?sequence=1
Mariátegui,
José (1979). 7 Ensayos de Interpretación
de la Realidad Peruana. Venezuela: Editorial Arte.
Montes
C. (2011, noviembre). El imaginario
perruno en la ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Número 80, 65 – 8.
Consultado el 01 de marzo, 2012. En:
http://www.revistaliteratura.uchile.
cl/index.php/RCL/article/viewArticle/17811/18579
Vargas,
Mario (2002) La ciudad y los perros.
España: Santillana Ediciones Generales, S.L.
muy bueno me ayudo mucho
ResponderEliminarpara mi que le faltan conclusiones
ResponderEliminarsi tiene la rason
Eliminarmuy bueno pero tiene razon le falta conclusiones
ResponderEliminarJOJA
ResponderEliminarJOJA
ResponderEliminarhi
ResponderEliminaryO QUE SE
ResponderEliminarEl "peruano es cobarde por naturaleza como ve que no puede cambiar su triste realidad la distorsiona"
ResponderEliminarMario Vargas Llosa (2002) escritor peruano
Esta muy bueno
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